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marzo 10, 2021

El gobierno del MAS se debilita y cree que un régimen represivo lo salvará

La crisis interna del MAS contra la camarilla evista se traduce en el sorprendente voto castigo en las elecciones subnacionales. Existen muchas señales de cómo el gobierno está interesado a crear las condiciones necesarias para tratar de contener por la fuerza las protestas de los diferentes sectores.

 

Una pugna repugnante entre rateros desesperados por llegar a las alcaldías y las gobernaciones para llenarse los bolsillos, a sabiendas de que, en tiempo de vacas flacas, por la falta de recursos del Estado, no tendrán los medios para llevar adelante sus demagógicas ofertas.

Ya no existen siquiera partidos políticos estructurados sobre un programa. Solo frentes coyunturales con siglas prestadas. Incluido el MAS que es una bolsa de corruptos izquierdistas reformistas de todo pelaje e indigenistas arribistas igualmente reformistas y corruptos, unidos alrededor de mantenerse en el poder para seguir robando.

Viejos y nuevos politiqueros mañudos de la vieja derecha, versus los politiqueros masistas de la nueva derecha. Los primeros en nombre de la defensa de la “democracia” y los segundos con la vieja cantaleta de que ellos son de izquierda diferentes de sus hermanos mellizos de la vieja derecha. Cuento que ya no convence a nadie. Masistas y viejos derechistas son ambos defensores del orden burgués, de los privilegios e intereses de los empresarios, los banqueros, los agroindustriales y de las transnacionales.

Los resultados a boca de urna muestran la crisis interna del MAS que se traduce en el sorprendente voto castigo en las elecciones subnacionales, particularmente contra sus candidatos impuestos a dedo por Evo Morales.

La crisis interna del MAS contra la camarilla evista que se traduce en el sorprendente voto castigo en las elecciones subnacionales, es otro factor que lo debilita y disminuye sus posibilidades de desarrollar plenamente una dura política represiva contra los sectores movilizados.

Un régimen represivo

Existen muchas señales de cómo el gobierno está interesado a crear las condiciones necesarias para tratar de contener por la fuerza las protestas de los diferentes sectores: la promulgación de la Ley de Contingencia Sanitaria que desconoce el derecho de los médicos a la huelga no es un hecho aislado y casual, es parte del allanamiento del camino para aplicar el mismo principio a los otros sectores laborales y sociales del país; ya empiezan los oficialistas y sus sicarios de las dirigencias sindicales a tejer el argumento de la necesidad de buscar la unidad entre todos para enfrentar los rigores de la contingencia de la crisis económica y de este modo concluyen que es tarea de todos, de empresarios y trabajadores, trabajar sin contratiempos para salir de la crisis que está agobiando al país.

Es fácil concluir en el argumento reaccionario de que se impone una etapa sin lucha de clases y sin conflictos sociales que alteren el bien supremo del “bienestar de todos los bolivianos”; por otra parte, levantan la cabeza los elementos de la camarilla evista en el parlamento y otras reparticiones del gobierno llegando al atrevimiento de plantear la designación al Ministerio de Gobierno nada menos que al nefasto de Ramón Quintana que es sinónimo de violencia y cinismo.

Aprovechando el accidente de la UPEA que ha provocado la muerte de ocho estudiantes, prominentes elementos del grupo evista como Andrónico Rodríguez han saltado a la palestra planteando la urgente necesidad de revisar la autonomía universitaria en el país con la clara intención de suprimirla porque consideran que es un foco de malestar social y su objetivo es tener a la juventud universitaria maniatada detrás del gobierno. Ante las primeras reacciones de repudio, han reculado. Pretenden resolver el problema de los cocaleros de los Yungas de La Paz desconociendo a sus dirigentes democráticamente elegidos y apropiarse de ADEPCOCA en beneficio de sus secuaces a punta de garrote y represión policial, etc.

Sabe que el destino de la crisis económica del país depende del curso que vaya a recorrer la crisis estructural del capitalismo a nivel mundial, ahora profundizada por la crisis sanitaria del coronavirus, su rebrote en diferentes latitudes del planeta sigue paralizando el aparato productivo dejando un futuro incierto sobre la posibilidad de una pronta recuperación de la economía mundial. En este escenario, la débil economía boliviana está condenada a naufragar sin rumbo en medio de la descomunal descomposición del sistema social capitalista.

El gobierno de Arce sabe que nada puede hacer para contener las consecuencias de esta crisis que fatalmente provoca hambre, desocupación en los trabajadores asalariados y en ese mundo mayoritario de cuentapropistas que son la herencia del pasado precapitalista en este país; sabe que puede desembocar en grandes eclosiones sociales que chocarán con la incapacidad del gobierno; también sabe que, tarde o temprano, estará obligado a aceptar que los empresarios y el propio Estado no liquiden los beneficios sociales de los trabajadores, rebajen sueldos y salarios, que tendrá que aplicar duras política impositivas contra los bolivianos, dejar librados a sus suerte los servicios más elementales como la educación y la salud, etc., para poner a buen recaudo los intereses de la miserable clase dominante nativa y de las transnacionales imperialistas.

Los explotados y oprimidos, impulsados por el hambre, desbordarán acudiendo a la acción directa y echando de lado las instituciones democráticas y legales y el gobierno sólo puede acudir a la desgastada burocracia sindical para barnizar de “popular” su política represiva y a un ejército y una policía cuyas capas más amplias y empobrecidas sienten rencor por su torpeza de haberlos humillado y castigado por haber osado amotinarse en la rebelión social de octubre - noviembre del 2019.

Las organizaciones sindicales que conservan su independencia política y sindical con referencia al gobierno del MAS y las corrientes revolucionarias que actúan en el seno de las masas deben prepararse para hacer una dura resistencia a cualquier intentona represiva del gobierno de Arce Catacora. Es tarea de los revolucionarios ayudar al proletariado a retornar, cuanto antes, a su política de clase para encontrar la posibilidad de una salida revolucionaria a la actual crisis económica, social y política.


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