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octubre 25, 2014

OTAN: En busca de una amenaza

Antonio Rondón *

La Habana (Prensa Latina).- La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) parecía buscar a tientas una justificación para su existencia al iniciarse 2014, pero con la crisis ucraniana podría celebrar en Gales una cumbre "histórica", llena de llamados guerristas.


La reunión de máximo nivel en el Cettic Manor Resort de Cardiff, una localidad de Newport, en el sur de Gales, custodiada por nueve mil 500 uniformados y aislada del resto del mundo por una cerca de 20 kilómetros de largo, versará sobre el rearme de Europa del Este.
El secretario general saliente de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, aboga desde el verano del pasado año por poner freno al declive de los gastos militares en los presupuestos de la mayoría de las naciones europeas, agobiadas por la crisis económica.
Pero para la cita del 4 y 5 de septiembre en Newport, Rasmussen prepara propuestas que aún carecen de consenso entre los 28 estados de la alianza atlántica como el despliegue directo de tropas de ese pacto en territorio de sus miembros de Europa del este.
Desde lo que algunos consideran los finales de la Guerra Fría, la OTAN prometió a Moscú nunca acercarse a sus fronteras, aunque luego de la entrada de 12 antiguos miembros del Pacto de Varsovia o naciones vecinas a la alianza atlántica, tal promesa se incumplió.
Sin embargo, en todo momento Rusia defendió el hecho de que en el Acta Fundacional firmada en 1997, las potencias occidentales se comprometieron a no desplegar tropas ni armas estratégicas de la alianza atlántica en Europa del Este.
De hecho, durante varios años Estados Unidos y naciones como el Reino Unido, Francia, Alemania o Italia aseguraron a Rusia que los componentes del sistema antimisil norteamericano desplegados en Europa, de ninguna forma estaban dirigidos contra Rusia.
El Kremlin en todo momento consideró que eran insostenibles los argumentos dados por Occidente sobre una supuesta amenaza coheteril proveniente de Pyongyang o Teherán y alertaba sobre el peligro que ello implicaba para su seguridad nacional.

LA OTAN SIN MASCARA

El conflicto en Ucrania, donde en febrero de 2014 llegó al poder un gobierno ultraderechista respaldado por paramilitares neofascistas, dio nuevos bríos a la OTAN para justificar su existencia y retomar los llamados a un mayor gasto bélico.
Moscú se opuso desde un principio al gobierno golpista ucraniano, como mismo lo hizo el gobierno de Crimea, que organizó un referendo de soberanía para luego regresar a la Federación de Rusia, a la cual perteneció hasta 1954.
Tampoco reconocieron el poder del gabinete golpista las regiones de Donetsk y Lugansk, en el sureste ucraniano, donde la población sublevada es hostigada con artillería y la aviación desde abril de este año.
En esas circunstancias, naciones como Polonia, Lituania, Letonia o Estonia, que hace cuatro años ya hablaban de una presunta amenaza rusa, poco después de culminar un consejo conjunto de Moscú y la OTAN, se refirieron a la necesidad de emplazar tropas del bloque en esos países.
De acuerdo con el sitio canadiense de estudios políticos Global Research, a la cumbre de Gales se lleva a discusión la llamada Acta de Prevención de la Agresión Rusa (RAPA), mediante la cual se traza un plan de rearme de Europa del Este.
El programa tomó como centro la supuesta amenaza de las acciones de Rusia que en todo momento denuncia las operaciones de las tropas ucranianas contra la población en el sureste.
De acuerdo con datos recientes de Naciones Unidas, cerca de dos mil 600 personas, en su mayoría civiles, perecieron en la ofensiva de las tropas ucranianas y la Guardia Nacional en Donetsk y Lugansk, desde abril de 2014.
El diario The New York Times denunció en su momento que las fuerzas armadas ucranianas atacan grandes centros urbanos en el sureste y después grupos paramiltares abusan de la población civil que huye de los combates.
Quizás, Rasmussen se sintió más aliviado cuando declaró recientemente que las relaciones de la OTAN con Rusia de ninguna forma podrían ser de socios en adelante.
En Moscú esa tesis la entendieron hace algún tiempo, cuando debieron incrementar sus centros de lucha radioelectrónica, localización y pronto aviso en su frontera occidental, cuando aún faltaba mucho para el estallido de la crisis ucraniana.
La RAPA también prevé situar tropas de respuesta rápida, conocidas como NRF, de la alianza atlántica en Europa del Este e incluso crear otras fuerzas de mayor preparación combativa, capaces de desplegarse en pocas horas en un teatro de operaciones.
Tales fuerzas, que podrían llegar hasta los cinco mil hombres, deberán contar con una base capaz de suministrarle todo el equipamiento necesario para involucrarse en operaciones a largo plazo, destaca del semanario The Economist.
Una de las variantes que discutiría la cumbre de Gales, con participación de unos 60 estadistas, incluido el presidente norteamericano Barack Obama, podría ser la base polaca de Szczecin, en la costa del mar Báltico.
La idea consiste en situar en la referida localidad cuatro compañías del pacto noratlántico de forma permanente y con carácter rotativo.
Además, el ministro de Defensa de Letonia, Raimands Vejonis, adelantó que se podría reforzar la base de Adazi, para tropas terrestres, la aérea de Lielvarde y la naval de Liepaja en esa nación, indica la revista Der Spiegel.
Tanto Estonia como Letonia, que registraron en 2013 gastos militares por debajo del uno por ciento del Producto Interno Bruto, prometen llegar al compromiso del dos por ciento, alcanzado entre los 28 miembros de la alianza en 2006.
De hecho, Rasmussen llamó a que dentro de los gastos militares, al menos el 20 por ciento esté destinado a la modernización de los armamentos, algo que solo cumplieron cinco naciones del bloque.
The Economist afirma que únicamente el Reino Unido, Francia, Estonia y paradójicamente Grecia cumplieron con el compromiso de 2006.
Pero la RAPA también prevé la posibilidad de aceptar a Ucrania en el ámbito más estrecho de la OTAN e incluso aceptar su membresía plena, para lo cual parecen prepararse condiciones en Kiev.
Además, Turquía, Georgia y Azerbaiyán firmaron el 22 de agosto de este año un acuerdo para incrementar la cooperación trilateral en el marco de la alianza.
Tales condiciones pueden llevar a las naciones de la OTAN a poner en práctica una tercera etapa del despliegue del sistema antimisil estadounidense en Europa.
Pero algunas naciones como Francia, Italia o España se muestran reticentes a la mencionada medida, pues durante años Occidente negó que la sombrilla antimisil estuviera dirigida contra Moscú.
Tampoco favorecen el despliegue de tropas del acuerdo trasatlántico en Europa del Este, pues ello puede llevar a respuestas drásticas de parte de Rusia que ya advirtió sobre esa posibilidad.
Cardiff, convertida en una verdadera fortaleza, podría quedar como la primera cumbre de la OTAN en varias décadas en hablar sobre el regreso a la confrontación directa con Moscú, en lugar de buscar la cooperación para enfrentar amenazas comunes. La máscara se cayó.

OTAN extiende alas al este

El diferendo interno en Ucrania provocó casi un regreso a tiempos de la Guerra Fría, y con ello a nuevos esfuerzos por justificar la existencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cuyas alas se extienden al este.
Nuevamente, en la historia de la alianza atlántica aparece un nuevo escenario para potenciar su supuesta importancia, azuzada por estrategias con visos de preparación por potencias occidentales de políticas dirigidas a desestabilizar al gigante ruso.
El pacto noratlántico se estrenó como policía mundial con los bombardeos que ahora todos conocen fueron completamente injustificados contra la entonces Federación Yugoslava, en marzo de 1999.
Al estrenar su nueva doctrina militar, llena de anuncios de supuestos retos y amenazas para la seguridad de sus miembros occidentales, la OTAN tendió puente a una época que pasó por justificaciones antiterroristas, después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, en la segunda década de este nuevo siglo, los argumentos para incrementar los gastos bélicos de la alianza atlántica y con ello los multimillonarios beneficios del complejo militar industrial, en especial, del estadounidense, se necesitan nuevas excusas.
El diferendo en torno a Ucrania, creado artificialmente o no, aparece ahora como el escenario perfecto para pedir más aumentos en los desembolsos bélicos de los 28 miembros, sobre todo, para las economías más marcadas por la crisis económica.
La alianza atlántica busca, por otro lado, instalarse definitivamente en el espacio de lo que en su tiempo fuera el Pacto de Varsovia, es decir, en las naciones de Europa del Este, próximas a la frontera con Rusia.
En su momento, el pacto noratlántico asumió compromisos con Rusia para evitar su expansión al este o instalación en países de esa región de bases permanentes o armas nucleares que pudieran poner en peligro la seguridad de Moscú.
Ahora, con la propaganda de la supuesta amenaza rusa para Europa, Washington ejerce presión sobre las debilitadas economías de Europa del este para obligarlas a asumir mayores compromisos en materia de gastos militares.
De acuerdo con Radio Praga, el ministro checo de Defensa, Martin Stropincky, afirmó que no sería prudente desplegar tropas foráneas en su nación, pues ello resulta un tema delicado a recordar intervenciones extranjeras en el pasado.
El propio primer ministro checo, Bohuslav Sobotka, que en un inicio criticó la actitud asumida por Stropincky, consideró luego que no era necesario un refuerzo de la presencia bélica de la alianza atlántica en Europa del este.
De acuerdo con The Wall Street Journal, la reacción de Washington ante las declaraciones del titular checo de Defensa fue de malestar y llevó a más presiones a Praga para aumentar los gastos bélicos.
El secretario estadounidense de Defensa, Churck Hagel, consideró que la República Checa dedica insuficientes recursos a su defensa y a los compromisos con la OTAN, donde milita desde hace 15 años.
Durante su reciente recorrido por Europa y su visita al cuartel general de la OTAN, el presidente estadounidense, Barack Obama, prometió un respaldo de mil millones de dólares para asuntos de seguridad de las naciones del este de Europa.
Aunque los estados de la alianza atlántica prometieron respetar el Acta Fundacional OTAN-Rusia de 1997, en la práctica y mucho antes de iniciarse el diferendo ucraniano, lo violan con la incorporación de cada vez más elementos del escudo antimisil estadounidense a esa región.
La situación en la referida república exsoviética sirvió de pretexto para incrementar el número de aviones de localización lejana y pronto aviso (Awacs), desplegados por la OTAN en naciones como Lituania, Letonia y Estonia, así como Rumania.
En los citados países se incrementaron los patrullajes permanentes con Awacs que reducen la capacidad de respuesta de Rusia en caso de una agresión, considera la prensa belga.
Por otro lado, estados como Dinamarca, Alemania y Polonia ya acordaron reforzar el cuartel general de Szczecin, en suelo polaco, con la duplicación de los 250 militares allí presentes, más allá de los 10 mil que Varsovia desea despliegue el Pentágono en ese territorio.
Sin embargo, entre los alemanes, el 71 por ciento rechaza el empleo del ejército nacional como instrumento de presión en política exterior, de acuerdo con el semanario Der Spiegel.
Al mismo tiempo, 74 de cada 100 encuestados se opusieron al emplazamiento de bases militares permanentes de la OTAN en naciones del este de Europa, de acuerdo con un estudio de la firma Forsa.
La oposición al incremento de los gastos de defensa son también fuertes entre los germanos, muy ocupados de dirigir el camino para una salida de la crisis a gran parte de Europa, donde los desembolsos de defensa habían pasado a segundo plano en el último lustro, al menos de forma relativa.
Además, existen ciertos temores entre algunas naciones europeas con fuertes lazos económicos con Rusia, pues con ésta última mantienen un intercambio comercial 12 veces mayor que con Estados Unidos, más interesado en una confrontación con Moscú.
En ese sentido, algunos especialistas recuerdan que el 40 por ciento del comercio de Ucrania es ahora con Rusia, mientras solo llega al 20 por ciento con la UE.
Naciones como Alemania, Francia y algunos estados del sur de Europa, aunque en la retórica se suman al resto de las naciones occidentales en las acusaciones contra Rusia en el caso ucraniano, presentan matices de opinión y más bien son contrarios al despliegue de tropas de la OTAN en el este europeo.
Las variantes más aceptables para todos en el bloque militar, al menos por el momento, están vinculadas a un incremento de los ejercicios conjuntos con naciones esteeuropeas y del número de militares participantes en los juegos de guerra.
En el caso de las maniobras en las costas de Estonia de mayo de este año, fueron seis mil los uniformados participantes, mientras Talin espera una mayor presencia de tropas y medios de combate de la alianza atlántica en ese diminuto país del Báltico.
Sin embargo, aumentaron los matices dentro del pacto noratlántico a partir de qué se debe hacer en la región después de la crisis en Ucrania, donde en febrero pasado se produjo una ruptura del orden constitucional, apoyada por Occidente.
El semanario alemán Die Welt consideró que la crisis ucraniana puede provocar una seria escisión dentro de las filas de la alianza atlántica, sobre todo, por el tema del despliegue de sus tropas en el este, pues continúa la reticencia a aumentar los gastos militares.
De cualquier forma, la alianza atlántica parece adentrarse en otra etapa en que su presencia podría quedar más pronunciada, pese a la reticencia de Rusia, en su franco oriental europeo, más allá de la aceptación plena o no de sus anfitriones en esa región.

* Jefe de la redacción Europa de Prensa Latina.

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