La anorexia y la bulimia son dos trastornos alimentarios diametralmente opuestos que constituyen una de las epidemias del siglo XXI, provocada, entre otros factores, por los cánones de belleza o estereotipos que impone la industria cultural, así como por la excesiva presión del hedonismo y el culto al cuerpo.
El trastorno de la anorexia se caracteriza por la ingesta rápida de los alimentos, el sentimiento de culpa por el abuso de la comida y la autoinducción del vómito, conductas que a menudo son negadas por quienes la practican. La bulimia, por el contrario, se refleja en el consumo excesivo de comida poco saludable en periodos de tiempo muy cortos, donde aparentemente el individuo logra la satisfacción, para después buscar eliminar el exceso de alimento a través de ayunos, vómitos o laxantes.
Tanto la anorexia como la bulimia nerviosa son trastornos de la
conducta alimentaria en que el denominador común es el temor a aumentar
de peso. Las
causas no están bien definidas, se plantea que en estas personas
coexisten trastornos mentales depresivos, obsesivos y de baja
autoestima. Ambos desórdenes alimenticios constituyen un problema serio de
salud, pues en muchos casos sus síntomas suelen pasar desapercibidos, en
tanto se tratan de enfermedades silenciosas que suelen provocar la
muerte.
La gula, junto al acaparamiento compulsivo de objetos, es reconocida ahora como una enfermedad mental, según el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Enfermedades Mentales (DSM), redactado por la Asociación Psiquiátrica Estadounidense (APA).
La anorexia nerviosa
Se debe distinguir entre anorexia y anorexia nerviosa. El término anorexia proviene del griego a/an (negación) y arexis (apetito, hambre) y se emplea en general para describir la inapetencia y falta de apetito. Sin embargo, la anorexia nerviosa (AN), es un trastorno alimentario grave que consiste en el rechazo a la comida por parte del enfermo, a pesar de tener hambre, por el miedo a engordar, lo que puede producir una gran debilidad por una ingesta insuficiente de nutrientes esenciales, explica la psicóloga Marta Bravo Rodríguez, especialista del Servicio de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Pediátrico Universitario Pedro Borrás Astorga de La Habana.
Entre otras muchas, caracterizan a los pacientes con anorexia nerviosa el peso corporal por debajo del nivel mínimo para la edad y la talla; el miedo intenso a ganar peso o convertirse en obeso, lo que no desaparece aunque el individuo pierda peso; la alteración de la percepción del peso y la silueta corporal: se sienten obesos aunque estén muy delgados. En las mujeres posmenárquicas puede aparecer la amenorrea (falta de menstruación) que es consecuencia generalmente de la pérdida de peso, y en las niñas prepuberales puede retrasar la aparición de la menarquia.
La AN se clasifica en dos subtipos: el tipo restrictivo, cuando la pérdida de peso se consigue haciendo dietas y ejercicios físicos intensos, y el tipo compulsivo/purgativo, cuando el individuo recurre regularmente a atracones o purgas (vómitos).
El origen del trastorno es complejo y múltiple y se reconocen diversas causas, entre ellas las fisiológicas, psicológicas, socioculturales, familiares, profesionales, genéticas, hormonales. Recientemente se descubrió que el tamaño del cerebro podría determinar si un adolescente tiene un mayor o menor riesgo de padecer un trastorno de la alimentación, como la anorexia nerviosa.
Un estudio publicado por la revista especializada Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry revela que los adolescentes con anorexia nerviosa tienen el cerebro más grande que los que no sufren de este trastorno. El hallazgo sugiere que quizás la biología tenga más que ver con la enfermedad de lo que se pensaba.
Durante la investigación, investigadores de la Universidad de Denver, Colorado, examinaron con imágenes de resonancia magnética del cerebro a 19 mujeres adolescentes con anorexia y a 22 sin el trastorno. De esta forma, detectaron que las adolescentes con anorexia tenían una ínsula (parte del cerebro que está activa cuando se saborea la comida) de mayor tamaño, así como una corteza orbitofrontal (parte de este órgano que dice cuándo parar de comer) más grande.
Resultados similares en niños con anorexia nerviosa y en adultos que se habían recuperado de la enfermedad plantean la posibilidad de que el tamaño de la ínsula y la corteza orbitofrontal del cerebro podrían predisponer a una persona a desarrollar trastornos de la alimentación.
Según los doctores, un mayor volumen en la corteza orbitofrontal podría ser un rasgo que haga que esas personas dejen de comer antes de haber comido lo suficiente. Asimismo, la ínsula derecha, que integra la percepción corporal, podría contribuir a la sensación de ser gordo a pesar de lo contrario.
La gula, junto al acaparamiento compulsivo de objetos, es reconocida ahora como una enfermedad mental, según el Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Enfermedades Mentales (DSM), redactado por la Asociación Psiquiátrica Estadounidense (APA).
La anorexia nerviosa
Se debe distinguir entre anorexia y anorexia nerviosa. El término anorexia proviene del griego a/an (negación) y arexis (apetito, hambre) y se emplea en general para describir la inapetencia y falta de apetito. Sin embargo, la anorexia nerviosa (AN), es un trastorno alimentario grave que consiste en el rechazo a la comida por parte del enfermo, a pesar de tener hambre, por el miedo a engordar, lo que puede producir una gran debilidad por una ingesta insuficiente de nutrientes esenciales, explica la psicóloga Marta Bravo Rodríguez, especialista del Servicio de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Pediátrico Universitario Pedro Borrás Astorga de La Habana.
Entre otras muchas, caracterizan a los pacientes con anorexia nerviosa el peso corporal por debajo del nivel mínimo para la edad y la talla; el miedo intenso a ganar peso o convertirse en obeso, lo que no desaparece aunque el individuo pierda peso; la alteración de la percepción del peso y la silueta corporal: se sienten obesos aunque estén muy delgados. En las mujeres posmenárquicas puede aparecer la amenorrea (falta de menstruación) que es consecuencia generalmente de la pérdida de peso, y en las niñas prepuberales puede retrasar la aparición de la menarquia.
La AN se clasifica en dos subtipos: el tipo restrictivo, cuando la pérdida de peso se consigue haciendo dietas y ejercicios físicos intensos, y el tipo compulsivo/purgativo, cuando el individuo recurre regularmente a atracones o purgas (vómitos).
El origen del trastorno es complejo y múltiple y se reconocen diversas causas, entre ellas las fisiológicas, psicológicas, socioculturales, familiares, profesionales, genéticas, hormonales. Recientemente se descubrió que el tamaño del cerebro podría determinar si un adolescente tiene un mayor o menor riesgo de padecer un trastorno de la alimentación, como la anorexia nerviosa.
Un estudio publicado por la revista especializada Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry revela que los adolescentes con anorexia nerviosa tienen el cerebro más grande que los que no sufren de este trastorno. El hallazgo sugiere que quizás la biología tenga más que ver con la enfermedad de lo que se pensaba.
Durante la investigación, investigadores de la Universidad de Denver, Colorado, examinaron con imágenes de resonancia magnética del cerebro a 19 mujeres adolescentes con anorexia y a 22 sin el trastorno. De esta forma, detectaron que las adolescentes con anorexia tenían una ínsula (parte del cerebro que está activa cuando se saborea la comida) de mayor tamaño, así como una corteza orbitofrontal (parte de este órgano que dice cuándo parar de comer) más grande.
Resultados similares en niños con anorexia nerviosa y en adultos que se habían recuperado de la enfermedad plantean la posibilidad de que el tamaño de la ínsula y la corteza orbitofrontal del cerebro podrían predisponer a una persona a desarrollar trastornos de la alimentación.
Según los doctores, un mayor volumen en la corteza orbitofrontal podría ser un rasgo que haga que esas personas dejen de comer antes de haber comido lo suficiente. Asimismo, la ínsula derecha, que integra la percepción corporal, podría contribuir a la sensación de ser gordo a pesar de lo contrario.
No obstante, la anorexia nerviosa (AN) tendría relación también con los patrones de belleza en boga que propagan los medios de comunicación. Como resultado de ello se sobredimensiona el ideal de que la esbeltez está relacionada con ser más delgado. Es un trastorno exclusivo que afecta principalmente al sexo femenino (alrededor del 90%). Sin embargo, estudios realizados en diversos países han encontrado la mayor incidencia en ambos sexos, en las edades comprendidas entre los 14 y los 18 años.
Algunas señales que indican que un miembro de la familia sufre de AN son la disminución progresiva del peso sin que existan causas físicas que la provoquen. Se ha visto que estas personas pican en pequeños trozos sus alimentos, prefieren comer solos, tienen tendencia a ser perfeccionistas, a la introversión. Estos pacientes nunca visitan al médico por propia voluntad, van acompañados de los padres u otros familiares, atendiendo a que no tienen conciencia de su enfermedad.
Para establecer el diagnóstico se les realiza un exhaustivo examen clínico para descartar enfermedades físicas y psiquiátricas. Entre estas últimas citaría trastornos depresivos mayores, esquizofrenia, fobia social. A corto plazo las consecuencias son mínimas por lo regular. Ahora bien, cuando el paciente llega a un estado extremo de pérdida de peso, ello puede comportar afectaciones físicas y psíquicas e incluso poner en riesgo la vida.
La bulimia
La bulimia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria caracterizado por episodios incontrolados de atracones de comida, compensada por la autoprovocación de vómitos, el consumo de laxantes, diuréticos y hacer ejercicios excesivos para mantener un peso normal. Las personas bulímicas tienen conciencia de que pierden el control ante la visión de la comida y tratan de esconderse, comer en secreto, para evitar las críticas de la familia.
La doctora Ovidia Rodríguez Méndez, especialista en Psiquiatría Infantil del Servicio de Salud Mental del Hospital Docente Pedro Borras Astorga de La Habana, explica que este desorden alimentario, predominante en la etapa de la juventud, es más frecuente que la anorexia nerviosa, pero más difícil de diagnosticar. Afecta aproximadamente entre un 3 y 4% de las mujeres y es menos frecuente en los varones.
Podríamos conceptuar la bulimia nerviosa como una adicción en la cual la sustancia de abuso es la comida. Desde el punto de vista de la salud física los vómitos a repetición provocan erosión del esmalte dental, esofagitis y gastritis, así como alteraciones de los electrolitos (sodio y potasio) y aparecen marcas callosas en el dorso de la mano que introduce en la boca de forma reiterada y, asimismo, agrandamiento de las glándulas salivares.
Siempre que se sospeche el trastorno se debe consultar a los médicos de la atención primaria. En general estos pacientes deben ser atendidos tempranamente por psiquiatras y psicólogos para evitar que se haga crónico este trastorno y poder descartar también otras enfermedades que cursan con síntomas parecidos.
Cuando se confirma que el paciente tiene, durante un período de más de tres meses, por lo menos dos episodios semanales de ingesta de alimentos de forma descontrolada, un deseo irrefrenable que lo impulsa a comer cualquier tipo de alimento, seguido de culpa y mecanismos compensatorios por temor a engordar.
El tratamiento es multimodal. Requiere de cuidados médicos y psicoterapia individual, de grupo, de familia y conductual, con la cooperación del paciente y la comprensión de que tiene un trastorno. También es importante el uso de psicofármacos antidepresivos para mejorar el estado de ánimo, la depresión y ansiedad que presenta ante sus síntomas.
En un alto porcentaje de casos el trastorno persiste al menos por varios años. El curso puede ser crónico o intermitente con períodos de remisión. Algunos pacientes con bulimia nerviosa pueden tener formas ocultas de anorexia nerviosa con significativa pérdida de peso. Este trastorno pasa fácilmente inadvertido si el médico no pregunta acerca de los hábitos alimentarios y la imagen corporal.
Los adolescentes que presentan estos trastornos de la conducta alimentaria y son llevados al especialista por sus padres, pueden ser difíciles de tratar pues tienen ambivalencias para aceptar el trastorno o resolverlo. En el seno familiar donde se habla continuamente de hacer dietas para bajar de peso se puede generar en los adolescentes esta preocupación.
Con información de la OMS, bolpress y agencia de noticias cubana Prensa Latina.
Siempre que se sospeche el trastorno se debe consultar a los médicos de la atención primaria. En general estos pacientes deben ser atendidos tempranamente por psiquiatras y psicólogos para evitar que se haga crónico este trastorno y poder descartar también otras enfermedades que cursan con síntomas parecidos.
Cuando se confirma que el paciente tiene, durante un período de más de tres meses, por lo menos dos episodios semanales de ingesta de alimentos de forma descontrolada, un deseo irrefrenable que lo impulsa a comer cualquier tipo de alimento, seguido de culpa y mecanismos compensatorios por temor a engordar.
El tratamiento es multimodal. Requiere de cuidados médicos y psicoterapia individual, de grupo, de familia y conductual, con la cooperación del paciente y la comprensión de que tiene un trastorno. También es importante el uso de psicofármacos antidepresivos para mejorar el estado de ánimo, la depresión y ansiedad que presenta ante sus síntomas.
En un alto porcentaje de casos el trastorno persiste al menos por varios años. El curso puede ser crónico o intermitente con períodos de remisión. Algunos pacientes con bulimia nerviosa pueden tener formas ocultas de anorexia nerviosa con significativa pérdida de peso. Este trastorno pasa fácilmente inadvertido si el médico no pregunta acerca de los hábitos alimentarios y la imagen corporal.
Los adolescentes que presentan estos trastornos de la conducta alimentaria y son llevados al especialista por sus padres, pueden ser difíciles de tratar pues tienen ambivalencias para aceptar el trastorno o resolverlo. En el seno familiar donde se habla continuamente de hacer dietas para bajar de peso se puede generar en los adolescentes esta preocupación.
Con información de la OMS, bolpress y agencia de noticias cubana Prensa Latina.