Guillermo Lora

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noviembre 08, 2014

La crisis capitalista duplicará los casos de demencia en menos de dos décadas


La psicosis, esquizofrenia, depresión, Parkinson, Alzheimer y otras enfermedades mentales afectan a unos 700 millones de personas en el mundo. En Bolivia, alrededor de la cuarta parte de la población padece o padeció algún trastorno mental. Más de 67 millones de personas sufrirán demencia hasta el año 2030, el doble que en la actualidad, y para 2050 habrá 115 millones de afectados, estima la Organización Mundial de la Salud (OMS).


Según la OMS, 350 millones de personas en el mundo padecen depresión, 50 millones sufren epilepsia, 90 millones conviven con algún desorden de abuso de sustancias y 35,6 millones con mal de Alzheimer y otras demencias. El costo de las enfermedades mentales asciende a 2.500 millones de dólares al año en el mundo, según cálculos del Foro Económico Mundial.

Los trastornos mentales y aquellos derivados del uso y abuso de sustancias adictivas representan el 13% de la carga global de enfermedades, por encima del cáncer y afecciones cardiovasculares. Estos casos crecerán, incluido el número de suicidios, y para 2020 ascenderán a un millón y medio al año, revela una investigación realizada por especialistas de la Universidad de Toronto (Canadá) y divulgada por la revista Nature.

Las demencias afectan a todos los países del mundo, pero los de bajos ingresos son los más golpeados. El principal problema es la falta de diagnóstico, un obstáculo importante incluso en los países de altos ingresos, alerta el informe de la OMS titulado “Demencia: una prioridad de salud pública”. Dicho estudio advierte que son pocos los países que cuentan con programas nacionales para enfrentar el aumento de casos de demencia, y en la mayoría de los casos los diagnósticos se producen en una etapa relativamente tardía de la enfermedad.

Esquizofrenia, depresión y epilepsia son los grandes retos que enfrenta la salud mental en la actualidad, y los países más pobres son los que más sufren al no poder aprovechar terapias conocidas para tratar enfermedades como el Parkinson. El 83% de las naciones con bajos ingresos no tiene fármacos para tratar el Parkinson y el 25% no dispone de medicamentos antiepilépticos. La ausencia de tratamiento y la escasez de intervenciones de prevención refleja, además, la limitada comprensión del cerebro y sus mecanismos celulares y moleculares, afirma Abdallah Daar, autor principal del estudio.

Datos estadísticos de la OMS muestran que entre el 76 y el 85% de individuos que padecen desórdenes mentales severos no tienen tratamiento en naciones en vías de desarrollo, y en los países ricos tampoco reciben atención entre el 35 y el 50% de los enfermos.

Algunos casos nacionales

De acuerdo con el responsable del área de Salud Mental del Ministerio de Salud Juvenal Aguilar, “aproximadamente 25% de la población de Bolivia padeció o padece algún trastorno mental a causa de la situación laboral, edad, violencia y otros. Entre las principales afecciones se encuentran la esquizofrenia en primer lugar, depresión, epilepsia, anorexia, y adicciones, sobre todo al alcohol”.

De otra parte, en 2010 uno de cada tres europeos padeció enfermedades mentales y neurológicas, una incidencia que supera al cáncer y patologías cardiovasculares, de acuerdo con un estudio presentado por el European Brain Council (EBC) ante el Parlamento Europeo. El informe indica que en los últimos años aumentó la incidencia de dolencias como cefaleas, insomnio, mal de Parkinson, psicosis, Alzheimer, y sobre todo depresión relacionada con la crisis económica y la demencia senil vinculada al envejecimiento de la población.

De acuerdo con los investigadores, la depresión y la demencia senil son los trastornos del estado de ánimo que más han aumentado en los últimos años y son las que representan un mayor gasto de salud con 100 mil millones de euros anuales. Las personas con patologías crónicas muchas veces también padecen trastornos mentales, interdependencia que influye en el pronóstico de la enfermedad de base y en la calidad de vida, destaca un estudio del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica del Reino Unido (NICE en inglés).

El documento titulado “Enfermedades crónicas y salud mental. El coste de la comorbilidad” reconoce que la calidad de vida de esos sujetos puede deteriorarse notablemente. Por ejemplo, la depresión es de dos a tres veces más frecuente entre los enfermos cardíacos, mientras los diabéticos son más propensos a sufrir este problema que la población general.

Educación y prevención

Investigadores de todo el mundo proponen una serie de acciones a desarrollar en los próximos años, entre las que sobresalen identificar factores de riesgo sociales modificables y los biológicos en el transcurso de la vida. Algunas de las tareas son comprobar hasta qué punto la pobreza, violencia, las guerras, emigración y los desastres influyen en la salud mental.

La crisis capitalista ha impactado severamente en la vida y la salud de la población. El desempleo reduce la autoestima, genera estrés psicológico, problemas de ansiedad o depresión, drogadicción y muertes prematuras. “En los parados sin subsidio, por ejemplo, los problemas de salud mental se multiplican por tres si son profesionales y por siete si son obreros”, evalúan Joan Benach y Carles Muntaner, miembros del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud de la Universidad Pompeu Fabra. (El Periódico, 29 de marzo de 2011, www.sinpermiso.info)

Por otro lado, la OMS debate una propuesta de incluir el “trastorno de dolor prolongado por pérdida de un ser querido” en su Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD), categoría que también podría incluirse en el Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales (DMS) publicado en Estados Unidos y utilizado por psiquiatras de todo el mundo.

Sin embargo, un editorial de la revista The Lancet advierte que los síntomas asociados a un evento como ese no son una dolencia y no deben ser tratados con medicamentos. “El dolor por una pérdida cercana está asociado con efectos adversos en la salud, tanto físicos como mentales, pero es mejor dirigir las intervenciones a aquellas personas en alto riesgo de desarrollar un trastorno o a aquellas que desarrollan un sufrimiento complicado o depresión, pero no a todos”, expresa la publicación y recalca que “medicar” una emoción humana normal como ésta “no es sólo peligrosamente simplista, sino también es una estrategia fallida”.

El subdirector general de Enfermedades no Transmisibles y Salud Mental de la OMS Oleg Chestnov aboga por detectar la demencia temprana y proporcionar los cuidados de salud y sociales necesarios, ya que se puede hacer mucho para disminuir la carga de este trastorno. Recomienda sobre todo instaurar programas para mejorar el diagnóstico precoz, aumentar la conciencia pública sobre la enfermedad, reducir el estigma, y proporcionar una mejor atención y más apoyo a los cuidadores.

La 66 Asamblea de la OMS aprobó el borrador de un Plan de Acción para la Salud Mental 2013-2020 para priorizar la atención psicosanitaria de personas que presenten algún tipo de trastorno mental. El plan de salud propone medidas claras y con un enfoque integral y multisectorial para la atención, prevención, rehabilitación y tratamiento de las personas afectadas por demencias u otros tipos de trastornos mentales.

Los investigadores proponen una serie de acciones a desarrollar en los próximos años, entre las que sobresalen identificar los factores de riesgo sociales modificables y los biológicos en el transcurso de la vida; comprobar hasta qué punto la pobreza, violencia, las guerras, emigración y los desastres influyen en la salud mental; establecer estudios sobre los beneficios de la prevención en la atención primaria y poner en marcha estrategias para evitar el abuso de sustancias adictivas en los jóvenes, y realizar investigaciones para mejorar el tratamiento y tomar las medidas oportunas para facilitar el acceso de todos los afectados a la atención sanitaria.

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