Guillermo Lora

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noviembre 08, 2014

Capitalismo y salud: lo que no se dice del ébola

Con independencia de que fuesen verdad las versiones de manipulación genética por motivación geopolítica de los imperios, la epidemia del ébola se agrava debido al deteriorado sistema de servicios públicos de salud a consecuencia de las políticas impuestas por los organismos internacionales. El brote de ébola en África occidental es tan grande, grave y difícil de contener debido a la pobreza, reconoció la directora de la OMS Margaret Chan.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) contabilizó hasta fines de octubre 10.141 enfermos con ébola en África occidental, de los cuales, 4.922 fallecieron. Liberia es el país más afectado, seguido de Sierra Leona y Guinea.

Nigeria que en su momento reportó 20 contagios ha sido declarado libre de la enfermedad, lo mismo que Senegal. La OMS indicó, además, que desde el inicio de la epidemia en marzo pasado, 450 trabajadores sanitarios resultaron infectados, más de la mitad (244), fallecieron por la infección.

La epidemia de ébola provoca un severo impacto económico, traducido en mayor endeudamiento y dependencia de la ayuda externa, señaló Naciones Unidas en un estudio.

Según el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), gobiernos como los de Sierra Leona, Liberia y Guinea han tenido que destinar cuantiosos recursos al enfrentamiento del brote viral. A lo anterior se suma la disminución de los ingresos por las limitaciones generadas en el turismo, la minería y el comercio, sectores clave de sus economías.

De acuerdo con el director regional del Buró para África del PNUD, Abdoulaye Mar Dieye, el impacto del ébola puede resumirse en cerca de un 30% de incremento de los gastos en los tres estados, y en un aumento del déficit fiscal.

Dieye explicó que Sierra Leona, Liberia y Guinea han tenido que acudir al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional. Aunque dependientes del financiamiento externo, las tres naciones estaban comenzando a mostrar niveles saludables de crecimiento económico, oportunidades para los negocios y diversificación, por lo que urge evitar un escenario de mayor dependencia.

El sociólogo y profesor universitario panameño Roberto Pinnock publicó en el diario La Estrella un artículo titulado Neoliberalismo y salud: lo que no dicen del ébola, en el cual analiza sus causas más profundas.

El Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos indica que hoy la epidemia se centra en tres países del oeste de África, Liberia, Sierra Leona y Guinea, donde las infraestructuras de higiene, salud pública y servicios sanitarios son muy deficientes.

Esa situación social ha empeorado en los últimos años, expresa Pinnock, como consecuencia de políticas de austeridad del gasto público, incluyendo el sanitario, impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, conocidos por sus políticas centradas en la reducción de dicho gasto a fin de bajar su déficit y deuda externa. Y he allí donde están las causas profundas de lo que se obvia en toda la difusión mediática de esta epidemia, afirma el profesor panameño.

Con independencia de que fuesen verdad las versiones de manipulación genética por motivación geopolítica de los imperios, esa epidemia encuentra una condición suficiente para su presencia masiva en el deteriorado sistema de servicios públicos de salud. Y ello es fruto, reitera, de las políticas de control del gasto social impuestas por los organismos internacionales que favorecen el florecimiento de las corporaciones transnacionales en estos países.

Se sabe que la mayoría de la población de esos tres países, dice Pinnock, vive en condiciones de extrema pobreza comparables a nuestras zonas indígenas o a Haití, pero que poseen abundantes recursos minerales expoliados por corporaciones transnacionales, cuyas ganancias se exportan a Europa y Norteamérica y algunas migajas se dejan a las élites gobernantes.

El asunto es que cuando se observa que las naciones vecinas de Liberia, Sierra Leona y Guinea, (o sea Nigeria y Senegal) han avanzado rápidamente en el control de la epidemia y se contrasta con el gasto promedio del recurso asignado al sector de salud pública, que es más alto que el de aquellas, la correlación ébola-vulnerabilidad del sistema de salud pública, se vuelve en buena medida explicativa.

Seguidamente señala Pinnock que cuando se constata que los médicos cubanos que ya entraron en contacto personal con los afectados y a ninguno les ha ocurrido lo de las enfermeras de Estados Unidos y España (de las que no se dice que se contagiaron no por no seguir los protocolos, sino porque la indumentaria usada no tiene el nivel de bioseguridad que la de los cubanos) se evidencia la certeza de aquella correlación.

Sin duda, están obviando que el control del gasto público en salud, en este caso del equipamiento de seguridad adecuado, en el que también incurren los países desarrollados cuando siguen las estrategias neoliberales, supone considerar a la salud como cualquier mercancía. Por tanto, si no da ganancias pecuniarias no se invierte en ellas, o si se invierte en ellas, es con "megaproyectos" y "megagastos", pagando con nuestros recursos lo que puede obtenerse con adecuada calidad a menor precio, añade.

Pareciera que nuestras autoridades de salud, agrega Pinnock, ignoran que en esta materia Cuba por sus resultados que sospechosamente se tratan de desconocer, es tan de primer mundo o más que los países que estos nos ponen como ejemplares.

Una enfermedad asociada a la pobreza

Las enfermedades emergentes y reemergentes y los desastres sanitarios vinculados a eventos climatológicos u otros, constituyen una amenaza para Cuba y el mundo, asegura Manuel Santín, director nacional de epidemiología del Ministerio de Salud Pública de Cuba (Minsap).

Hace ya más de seis meses que comenzó un brote de ébola en Guinea Conakry, el cual se extendió rápidamente hacia otras naciones de África occidental. Desde entonces, 2.473 personas enfermaron, 1.350 de las cuales fallecieron por esta causa. En solo dos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS), reportó 106 decesos, 95 de ellos en Liberia, donde la situación es más grave. Sierra Leona es el segundo país más problemático, de los cuatro afectados en África occidental.

Se considera que en estos dos países la transmisión del patógeno es alta. En Nigeria, la situación está estable, aunque expertos consideran que la situación en la región es compleja. El número de contagios crece por día, y la enfermedad, que carece de tratamiento específico mantiene una elevada tasa de mortalidad.

Margaret Chan, directora de la OMS reconoció que el brote de ébola en África occidental es tan grande, grave y difícil de contener, debido a la pobreza. En un artículo divulgado en la edición del New England Journal of Medicine, la experta asegura que las naciones más afectadas, Guinea, Liberia y Sierra Leona, se encuentran entre las más pobres del mundo.

Años de conflicto y de guerra civil dejaron severas secuelas en sus sistemas de salud, personas en gran parte destruidas o gravemente discapacitadas y, en algunas zonas, hay una generación de niños sin educación, señala el artículo.

En estos países, sólo uno o dos médicos están disponibles para cada cien mil habitantes, y se concentran en las zonas urbanas. Las salas de aislamiento e incluso la capacidad del hospital para el control de la infección son prácticamente inexistentes.

Son rastreados los contactos de las personas infectadas, pero no aislados constantemente para el monitoreo, aseveró Chan en el informe. Indicó no obstante, que aunque la situación empeora, la respuesta mejoró en las últimas dos semanas. Llegó ayuda procedente de diversas organizaciones y la OMS vigila el brote para identificar áreas de transmisión y asegurar que la asistencia se coordina y distribuye rápidamente y racionalmente.
En tanto, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos proporcionan apoyo sólido en el terreno, incluyendo la localización de contactos. La experiencia dice que la enfermedad puede ser contenida, incluso sin una vacuna o cura, pero la combinación de pobreza, sistemas de salud disfuncionales, y el miedo en el trabajo, habla de un fin lejano.

El hambre no se contagia, pero el ébola sí

El sacerdote jesuita panameño Jorge Sarsaneda, reconocido como una de las plumas más incisivas de la intelectualidad nacional, hizo otra afirmación antológica en un reciente artículo: el hambre no se contagia pero el ébola sí. Y eso lo lleva a una reflexión muy profunda de la sociedad panameña cuando advierte que ahora miramos con mucho cuidado -normalmente no lo hacemos, ni en la escuela-, con lupa, hacia África porque resulta que no sólo nos vienen de ahí los grandes minerales (coltán, diamantes, uranio, oro, platino, petróleo) sino que nos puede venir una enfermedad mortal.

Mientras hay golpes de Estado, guerras, masacres de millones, hambre generalizada, no nos preocupamos por África, son cosas que no se contagian. Pero si hay una posibilidad de que nos venga el Ébola, nos “interesa” mucho ese continente. Así de contradictoria es nuestra sociedad.

Sin embargo, señala en su escrito el sacerdote jesuita, esa no es la única contradicción. Las hay en todos los ámbitos y en todos los rincones. En todas las personas e instituciones, incluyéndose él, admite, y se pregunta: ¿Cómo hacer?

En Panamá, dice, tenemos ejemplos hasta para regalar. Ahora resulta que los que usaban los recursos del Estado para su beneficio particular, se quejan, se rasgan las vestiduras, invocan a los santos pidiendo trasparencia. Ahora resulta que un señor responsable de asesinatos en Bocas, San Félix, Colón y Tocumen, bajo cuya gestión la canasta básica subió todo lo que pudo, que utilizó los recursos del Estado como le dio la gana, se queja de que "hay persecución política" en contra de los "suyos", expresa Sarsaneda.

Pero lo peor de la contradicción es que los medios de comunicación lo entrevistan, le dan lugar, hasta le siguen celebrando sus malos chistes. A ese señor habría que "enterrarlo en vida", no entrevistarlo, no darle la palabra, no permitirle firmar ninguna carta de nada, por más ex presidente que se titule.

Citando más contradicciones, el sacerdote se pregunta ¿cómo es posible que un premio Nobel de la Paz esté promoviendo la guerra y casi nadie lo critica? ¡Hasta lo apoyan! Nos escandalizamos por los cuatro mil fallecidos por el Ébola, ¿y los casi 200 mil muertos en la guerra de Siria, por sólo citar una? Claro, como la guerra es más negocio... afirma el religioso. ¿Cómo nos preocupamos por la salud de los "pobres perritos" (en una radio católica de Panamá) y de los miles de niños asesinados en Gaza no decimos ni "mu"?

Y en otro párrafo se pregunta ¿por qué la contralora gasta 200 mil dólares en una fiesta y a los jubilados no se les puede aumentar ni 50? El contralor debe ser independiente pero de un partido político, ¿cómo se "come" eso? En Panamá no hay ejército pero gastamos millones en armas (¿????)...

No sé qué decir, quizás soy "cabeza caliente", quizás estoy decepcionado, quizás simplemente soy viejo, observa finalmente Sarsaneda para cerrar su artículo con la siguiente conclusión: Lo único que sé es que en el juicio final, el criterio de Dios será premiar, no al que fue fiel observante de ritos sagrados y ceremonias santas, sino al que dio de comer a los que pasan hambre, dio de beber a los que tienen sed, se puso de parte de los que están enfermos, acogió a los extranjeros.... (Mateo 25, 31-46) puso primero la misericordia...

Con reportes de los periodistas de la agencia cubana Prensa Latina Luis Manuel Arce Isaac y Vivian Collazo Montano.

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