Guillermo Lora

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diciembre 05, 2014

“Descolonización, interculturalidad y socialismo”, un libro para pensar el presente y el futuro

 
Hace poco se publicó la reedición del libro “Descolonización, Interculturalidad y Socialismo. El debate político en la Bolivia del siglo XXI”, del militante trotskista Vladimir Mendoza. A efectos de introducción, presentamos este artículo escrito por el autor.

Cuando este libro fue escrito, el gobierno de Evo Morales aparecía todavía ante los ojos de grandes porciones de masas trabajadoras e indígenas como un gobierno radicalmente distinto a los anteriores “neoliberales”.La imaginación popular apostaba su compromiso social –muchas veces militantemente- para defender al gobierno “indígena” de los ataques de los grupos y personajes reaccionarios que habían sido echados del poder político en los levantamientos de Octubre 2003 y Mayo-Junio de 2005. En semejante contexto, la función específica del libro estaba en proponer una lectura alternativa a lo que se estaba montando como línea política en las organizaciones populares. Para cumplir esta función, tenía que bucear por los rincones no hurgados de la teoría, por lo menos en Bolivia. Pese a la importancia histórica como movimiento, sentía que el marxismo en Bolivia volvía a ser la mirada marginal pero radical, capaz de decir lo que nadie más podía.

Está claro que muchos de los elementos políticos de la realidad del país, descritos líneas arriba, han cambiado drásticamente en estos años. Los rasgos bonapartistas del gobierno del MAS se han desarrollado fuertemente hacia la derecha: de levantar una Asamblea Constituyente para la reforma estatal, recuperar parcialmente las acciones de YPFB en las empresas hidrocarburíferas y re-comprar algunas empresas estatales de servicio a multinacionales que las había adquirido de forma fraudulenta; pasó a relanzar el pacto histórico del Estado con la empresa privada agro-industrial (la base social de los hace poco conspiradores derechistas), redactar una Ley minera abiertamente anti-estatista y pro-empresarial (siendo que la minería es la segunda fuente de riquezas naturales del país), reprimir las movilizaciones indígenas contra la construcción de la carretera que forma parte de la infraestructura que exigen las transnacionales, reprimir la lucha salarial de los trabajadores y también su lucha a favor de una ley de jubilaciones que les permita vivir con algo de merecida dignidad a una clase obrera duramente golpeada en más de veinte años de libre mercado.

Si para algunos intelectuales que apoyaron fervientemente el proyecto político del MAS todo esto se considera una “traición”, para los marxistas, significa un “te lo dije”. Precisamente, la finalidad principal para escribir el libro se debe a la necesidad de demostrar que el sustento teórico del proyecto político masista no conduce a ningún tipo de descolonización, a demostrar también que la interculturalidad es un tramoya declarativa en tanto no se termine con la desigualdad social y a ratificar como válida la estrategia del socialismo. Por ello, aquí no existe ningún tipo de traición, aquí lo que se ve es la consecuencia de lo que necesariamente tuvo que ser. 
 
Si nos detenemos a analizar la “niña de sus ojos” de los masistas, el Estado plurinacional, tendremos una buena perspectiva para entender la base histórica y política del viraje derechista del régimen de Morales. Basado tanto en las corrientes de la interculturalidad, la poscolonialidad, el posmarxismo y un indigenismo tan posmoderno como místico, se planteó el proyecto de “incluir” a las naciones indígenas al Estado boliviano, históricamente segregacional y racista. El gran problema es que esta inclusión fue planteada, como diría Engels, “cabeza abajo”. No se pusieron en cuestión las condiciones materiales sobre las que se asienta la opresión de las naciones indígenas. 
 
Fiel al estilo del reformismo leguleyo, se forjaron reformas legales que, sin afectar las relaciones sociales capitalistas sobre las que emerge el Estado burgués, lo consolidaron como tal, aunque ahora se apellide también “plurinacional”. El fundamento económico de este Estado, denominado “economía plural”, supone, en la práctica, el fortalecimiento de las relaciones mercantiles frente a las comunales. Los indígenas que apuestan por el capitalismo como forma de vida se sobreponen, a veces violentamente, sobre los que se quedan al margen del mercado. 
 
La quimera de la complementariedad y reciprocidad entre modelos económicos diversos es sólo eso, puesto que hasta ahora, y en un contexto económico internacional altamente favorable, el Estado plurinacional ha potenciado la acumulación extractiva (nacional pero sobre todo extranjera) y también la de aquella burguesía indígena que hace negocios en medio de la frontera invisible de la formalidad e informalidad. La recursividad del relato oficial ha servido como soporte ideológico de aquellos segmentos de la sociedad en ascenso económico, que anteriormente, la retórica estatal reprochaba y menospreciaba.

Todos estos “cambios simbólicos” como llevar cholas al parlamento o utilizar el poncho y la whipala en los actos oficiales, anuncian no sólo un necesario populismo (ingrediente útil a los gobiernos bonapartistas), sino también el empoderamiento de una burguesía chola e indígena.

Todos estos elementos están analizados con cierta profundidad teórica en el libro. Es ahí, principalmente, donde reside su vigencia. 
 
Vladimir Mendoza, Cochabamba, agosto de 2014.

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