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diciembre 05, 2014

Una parábola sobre las “burbujas científicas” y el asalto neoliberal a la investigación científica básica y aplicada

John P. A. Ioannidis *

En algún momento de su historia, los mercados libres destruyeron a los países con constituciones democráticas y libertad de pensamiento, porque se entendió que el pensamiento libre y crítico era un estorbo. Como resultado, las remuneraciones más altas para científicos, así como las infraestructuras de investigación más sofisticadas, se hallan en países totalitarios tan carentes de libertad de expresión como rebosantes de desigualdades sociales.

(Sin Permiso).- Entre los ideologemas más básicos de nuestro tiempo hay que contar el que declara vivir en una época de grandes progresos científicos, básicos y aplicados (tecnológicos): los socorridos marbetes de la “economía del conocimiento” o de la “sociedad de la información” son otros tantos nombres de ese dogma de fe de la época.

Estudiosos del asunto ya publicados en SinPermiso, como Robert J. Gordon o Mariana Mazucato, han destruido a conciencia ese mito en lo que hace a las supuestas grandes innovaciones tecnológicas recientes. John P.A. Ioannidis es un agudo analista de los diseños institucionales que promueven la ciencia básica como empresa social capaz de buscar la verdad y, por lo mismo, pronta a auto-corregirse. Su tesis es que el desarrollo de la buena ciencia, lejos de ser automático, depende crucialmente –entre otras cosas— del buen diseño institucional de las labores de investigación. Y que la radical reorganización de la vida académica y de los institutos superiores de investigación a que hemos asistido en las últimas décadas ha venido a socavar gravemente ese diseño.

La parábola que a continuación reproducimos –extractada de un largo estudio suyo intitulado “Why Science Is Not Necessarily Self-Correcting” (Perspectives on Psychological Science, 7: 2012)— ilustra eficazmente esa tesis.

El estado de la ciencia en el Planeta F345

El Planeta F345 en la galaxia Andrómeda está habitado por una especie humanoide muy similar al Homo sapiens sapiens. He aquí la situación de la ciencia en ese planeta en el año 3.045.268.

Aun cuando hay un crecimiento y una diversificación considerables de los campos científicos, la parte del león de la empresa investigadora se desarrolla en un número relativamente limitado de campos muy populares, cada uno de los cuales atrae los esfuerzos de decenas de miles de investigadores y arroja centenares de miles de papers.

Fundados en lo que sabemos de otras civilizaciones en otras galaxias, puede decirse que la mayoría de esos campos yermos arrojan resultado nulo: es decir, son campos en los que se ha mostrado empíricamente que apenas hay –si es que hay alguno— efectos no-nulos por descubrir, de modo que cualquier pretensión de descubrimiento que se de en ellos suele ser meramente resultado del error aleatorio, del sesgo o de ambas cosas.

Los supuestos descubrimientos generados no son otra cosa que la estimación del sesgo neto operante en cada uno de esos campos yermos de resultado nulo. Ejemplos señalados de esos campos yermos son la epidemiología nutrifalsaria, la pompomeconomía, la psicojunkología social y toda la dispar patulea de disciplinas de investigación cucarachil, en las que se supone que las cucarachas pardas suministran modelos adecuados proyectables a los humanoides. Desgraciadamente, los científicos de F345 no saben que esos son campos de resultado nulo, y ni siquiera sospechan que están desperdiciando sus esfuerzos y sus vidas en esas burbujas científicas. A los investigadores jóvenes se les enseña desde el principio que la única cosa que cuenta son los descubrimientos nuevos y hallar resultados estadísticamente significativos cueste lo que cueste.

En un equipo de investigación típico de cualquier universidad prestigiosa típica de F345, docenas de doctorandos y de recién doctorados andan día y noche clavados ante sus potentes computadoras en una sala común en perpetua labor de filtrado de información de enormes bases de datos. Cuando alguno se topa con un valor omega lo suficientemente extraordinario –un número derivado de algún tipo de proceso de selección estadística—, se va corriendo al despacho del investigador principal para proponerle escribir un manuscrito sometible a evaluación por pares.

El investigador principal pasa revista a todos esos resultados llamativos, pero sólo deja que prosperen los manuscritos que expongan los resultados más extravagantes. Las revistas académicas más prestigiosas hacen lo mismo. Las entidades suministradoras de recursos, lo mismo.

Las universidades están dirigidas en la práctica por gestores financieros que no saben nada de ciencia (y les importa un higo), pero que son muy buenos en punto a maximizar los beneficios financieros. El grueso de los Rectores, Vicerrectores y Decanos son meras marionetas que no valen para otra cosa que no sea ofrecer discursos inaugurales y otras aburridas ceremonias y prodigarse en entusiastas afirmaciones sobre la novedad de algunos descubrimientos de ese tipo realizados en sus instituciones.

El grueso de los gestores financieros de las instituciones de investigación habrán sido reclutados luego de exitosas carreras como agentes inmobiliarios, ejecutivos de cadenas de supermercados o directivos de otras estructuras gran-empresariales, puestos de trabajo en los que habrán acreditado suficientemente ser capaces de recortar costos y hacer ganar más dinero a sus empresas. Los investigadores progresan, si son capaces de avanzar las más extravagantes y aun extremistas conjeturas y, consiguientemente, publicar chocantes resultados, lo cual proporciona más financiación por mucho que casi todos esos resultados se revelen falsos.

Nadie está interesado en replicar nada en F345. La replicación de resultados se considera un ejercicio despreciable, apropiado sólo para idiotas que no son capaces más que de imitar: definitivamente, replicar y contrastar no sería ciencia seria. Los miembros de las Academias Reales y Nacionales de las distintas ciencias son los más exitosos y prolíficos a la hora de producir resultados falsos.

Varios tipos de investigación los desarrolla a veces la industria, y en algunos campos, como la medicina clínica, casi siempre. El motivo principal aquí también es la obtención de resultados extravagantes, a fin de obtener licencias para nuevos tratamientos médicos, experimentos y otras tecnologías y ganar más dinero, a sabiendas de que esos tratamientos no funcionen realmente. Los estudios se diseñan con el objetivo de garantizar que producirán resultados con valores omega suficientemente buenos, o estudios, cuando menos, pasibles de manipulación para que parezca que arrojan valores omega.

Los ciudadanos de a pie son diariamente bombardeados por los medios de comunicación de masas con anuncios de nuevos descubrimientos, aun cuando hace ahora muchos años que no se ha hecho ningún descubrimiento serio en F345. El pensamiento crítico y opositor está generalmente desacreditado en la mayoría de países de F345.

En algún momento de su historia, los mercados libres destruyeron a los países con constituciones democráticas y libertad de pensamiento, porque se entendió que el pensamiento libre y crítico era un estorbo. Como resultado de lo cual, por ejemplo, las remuneraciones más altas para científicos, así como las infraestructuras de investigación más sofisticadas, se hallan en países totalitarios tan carentes de libertad de expresión como rebosantes de desigualdades sociales. (Una de las desigualdades más comunes es de género, en discriminación de los varones: está prohibido a los hombres conducir un automóvil, y cuando se muestran en público, no pueden hacerlo a cuerpo gentil, ni siquiera sus cabezas; están obligados a cubrirse con gruesa ropa de abrigo de color rosa.)

La ciencia sólo florece allí donde la libertad de pensamiento y de crítica están rigurosamente restringidas, porque la libertad de pensamiento y de crítica (incluidos, huelga decirlo, los esfuerzos para replicar y contrastar empíricamente los pretendidos descubrimientos) se consideran anatema para la buena ciencia en F345.

John P. A. Ioannidis es profesor de investigación y políticas de salud en la Stanford School of Medicine y codirector, junto con Steven Goodman, del Meta-Research Innovation Center en Stanford. Se hizo particularmente célebre por un estudio, publicado en 2005, provocativamente intitulado: “Por qué el grueso de los descubrimientos científicos publicados son falsos”.

Fuente: http://pps.sagepub.com/content/7/6/645.full.pdf+html Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella.

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