Guillermo Lora

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El gobierno librecambista, la burguesía enana y el "desarrollo" boliviano

La explotación de los recursos naturales destinados a la exportación, según los intereses del capital monopólico, es decir del imperialismo,...

julio 22, 2021

El gobierno librecambista, la burguesía enana y el "desarrollo" boliviano


La explotación de los recursos naturales destinados a la exportación, según los intereses del capital monopólico, es decir del imperialismo, resume la “política de desarrollo económico” del gobierno del MAS, que deja a la “iniciativa privada” el desarrollo de la industria y que alienta la creación de industrias “comunales”, “artesanales” o “cooperativas” que se limitan a súper-explotar los recursos naturales y la fuerza de trabajo.

Los mineros de Andacaba marchan en la sede de gobierno exigiendo la estatización de la mina para reactivarla, y los trabajadores de las minas auríferas de Amayapampa y Capasirca reclaman a Comibol por sus salarios devengados y por el abandono de esos yacimientos nacionalizados y ahora “autogestionados”. Comibol se niega a invertir en una planta procesadora de minerales, haciendo oídos sordos a las movilizaciones callejeras.

En similar situación se encuentran los mineros autogestionarios del Sindicato San Luis de Capasirca, que se baten con una planta procesadora de 30 a 40 toneladas diarias, según fuentes del propio Ministerio de Minas. El gobierno que se dice antiimperialista no invierte seriamente en el desarrollo de estas minas, en esta coyuntura tan favorable para el oro que se cotiza en el London Metal Exchange a 1.803,25 dólares la Onza Troy (OT), equivalente a 31,1 gramos.

Mientras tanto, Ferreco estima que existen 1.100 cooperativas mineras explotando oro en los ríos de la Amazonía boliviana, con grave afectación a la biodiversidad, y aportando al Estado el 2,5% del total del ingreso por exportación del metal precioso, y vendiendo buena parte de contrabando.

La política de industrialización del actual gobierno no apunta a cimentar un desarrollo industrial y menos aún a superar nuestra condición de simples productores de materias primas. También mantiene la estructura de la propiedad agrícola concentrada en los “latifundios productivos” de la agroindustria oriental orientada a la exportación.

La minería estatal dispone de estructuras y sistemas productivos obsoletos, maquinaria vieja y ausencia de planes de expansión de yacimientos. Al gobierno del MAS no le interesa la minería nacionalizada, más le interesa el sector cooperativo por razones políticas. Y estira la mano para recibir de los gringos miserables rentas en comparación con lo que se llevan, como lo hizo con el gas.

El gobierno central se encuentra en una desenfrenada carrera por entregar los proyectos mineros “clase mundial” a la inversión extranjera (Mesa de Plata, Machu Socavón, Pulacayo Paca, Mallku Kota, Negrillos, Salar de Uyuni, Coipasa, y muchos otros yacimientos).

El extremo sometimiento del Estado boliviano se evidencia, por ejemplo, en su relación con el gobierno chino. El régimen masista recibe créditos internacionales a cambio de recursos naturales, facilidades para la inversión y apertura total del mercado interno.

La explotación de los recursos naturales destinados a la exportación, según los intereses del capital monopólico, es decir del imperialismo, expresa el carácter rentista de la política gubernamental, que deja a la “iniciativa privada” el desarrollo de la industria y alienta la creación de industrias “comunales”, “artesanales” o “cooperativas” que se limitan a superexplotar la naturaleza y la fuerza de trabajo.

El Estado burgués de un país de economía centrada en el extractivismo de materias primas y altamente dependiente del imperialismo, como es Bolivia, desarrolla una política fundamentalmente librecambista, contraria al proteccionismo.  El Estado y su gobierno son incapaces de cumplir con la tarea elemental de proteger a la famélica industria textil, defender los intereses de la burguesía nativa y garantizar su supervivencia en el marco de la economía mundial.

Burguesía subdesarrollada

Uno de los rasgos fundamentales del atraso del país es la ausencia de una poderosa industria nacional. En Bolivia no hay industria pesada y las pocas fábricas que existen no tienen o tienen muy poca capacidad para competir con los productos extranjeros importados o de contrabando.

A pesar de los esfuerzos de los gobiernos nacionalistas de todo pelaje, desde demócratas y fascistas hasta la variante indigenista, apenas se ha logrado constituir una burguesía comercial e intermediaria que vive de entregar el país en malbarato al capital financiero imperialista, una burguesía intermediaria y vendepatria ligada al Estado para saquear materias primas, y asociada con los intereses imperialistas para sobrevivir.

Debido a su extrema debilidad, los empresarios actúan como subsidiarios de las grandes transnacionales cuando las condiciones les permiten y terminan siendo simples promotores comerciales en los mercados locales. Eso ocurre, por ejemplo, con la Manaco que cada vez produce menos y tiene menos cargas sociales para saturar los mercados con productos de la transnacional Bata.

Las empresas más grandes están en manos de capitales extranjeros, fundamentalmente en las ramas de extracción de materias primas, minerales e hidrocarburos. Las fábricas grandes son franquicias extranjeras, fundamentalmente de bebidas, alimentos y medicamentos.

Los empresarios, en este período de profunda crisis económica, adaptan el volumen de su producción a la contracción de los mercados locales y proceden al despido de trabajadores. El deterioro en los ingresos se tradujo en la merma de la capacidad de compra de la gente y el contrabando descontrolado saturó los mercados con productos mucho más baratos que los nacionales.

La burguesía criolla industrial es primitiva, se ha estancado en la primera fase del desarrollo capitalista; de ahí su pillería al tratar de robar hasta el último céntimo a los trabajadores, aplicando descuentos ilegales y negándose a pagar derechos sociales elementales como los bonos de producción, categorización, recargos nocturnos, horas extras y un salario igual a la canasta familiar.

Organizar la lucha unitaria

En un país capitalista atrasado como Bolivia, los campesinos subsisten en la miseria y el atraso, y en las ciudades enormes capas de cuentapropistas, especialmente gremiales, se procuran el sustento en el comercio informal. En plena crisis estructural mundial del capitalismo, los países semicoloniales estamos condenados a soportar el peso de dicha crisis, y seremos los trabajadores los que paguemos los platos rotos.

De manera instintiva, igual que la inmensa masa de cuentapropistas, los fabriles se están movilizando exigiendo al gobierno que frene el contrabando aplicando una política proteccionista y gravando con aranceles más altos a las importaciones. Los que llevan la peor parte del cáncer del contrabando son las pequeñas empresas, que sobreviven a costa del sacrificio de la fuerza de trabajo. Los pocos emprendimientos en el área textil sufren por el reducido mercado interno y languidecen paulatinamente.

Pareciera que en la lucha contra el contrabando están en la misma trinchera empresarios y trabajadores, pero es una simple apariencia que con mucha frecuencia ha inducido a los trabajadores, sobre todo fabriles, a una suerte de colaboracionismo de clase con los dueños de las empresas.

La fuerza de trabajo desocupada está creciendo exponencialmente y los despedidos recurren a todos los medios, incluidos los tramposos procesos legales para recuperar sus puestos de trabajo. A pesar de haber logrado sentencias favorables en los estrados judiciales, los empresarios adoptan la política del avestruz para burlar esas sentencias, con la complicidad del gobierno impostor, autodenominado “socialista” y defensor de los pobres.

Hasta ahora, las luchas sectoriales, que a veces conducen a enfrentamientos entre los mismos movilizados porque sus intereses son particulares, y hasta contradictorios, no han permitido avanzar a los movilizados, quienes a veces toman caminos equivocados como confiar a los jueces la resolución de los conflictos.

Los trabajadores mineros de Andacaba han agotado los medios posibles para resolver sus problemas; la empresa no les paga sueldos desde hace un año y argumenta que ya no podrá seguir produciendo si no consigue inmediatamente un socio inversor privado, nacional o extranjero.

Protagonizaron una marcha masiva en la ciudad de La Paz demandando la nacionalización del yacimiento minero y sólo recibieron promesas que nunca han cumplido la patronal ni el gobierno. La desesperación los pone frente a la necesidad de emprender la batalla con acciones radicales porque ellos y sus familias se encuentran ya al borde de la indigencia.

Unos 200 mineros junto a sus esposas e hijos marchan desde Caracollo en Oruro hacia la sede de gobierno. Para no quedarse aislados, precisan contactos y acuerdos con otros sectores que están en las mismas condiciones, y lograr que los trabajadores activos de todos los sectores también salgan en defensa de los compañeros víctimas de los despidos.

La experiencia frustrante de estas movilizaciones sectoriales está mostrando hasta la saciedad que las luchas puramente gremiales sólo conducen a la derrota; sólo las acciones unificadas de todos los sectores permitirán saltar de la lucha puramente gremial a la lucha política para obligar al Estado a dar soluciones integrales a todos los problemas que emergen de la crisis económica.

Hay que tomar la iniciativa y organizar una plataforma de lucha que exprese las necesidades de todos los despedidos y de la clase en su conjunto, para planificar acciones unitarias en la perspectiva de generalizar las movilizaciones.  

Muchas son las denuncias de malos manejos económicos de los recursos en las empresas estatales por parte de la administración central de los diferentes gobiernos de turno. Como también la ineficiente y nefasta administración económica y tecnológica de las empresas mineras. Los politiqueros siempre han visto como su “caja disponible” los fondos de las empresas mineras, metiendo mano a las ganancias cuando les aprieta el zapato.

Para evitar la malversación en las empresas estatales, CONTROL OBRERO COLECTIVO. La limitación del Control Social vigente es que es individual; los delegados actúan de manera personal, presionados por Gerencia y por el Ministerio de Minería, y no garantizan un control eficiente y transparente en la administración de las empresas. Debe ser la ASAMBLEA GENERAL de los trabajadores la responsable de hacer seguimiento minucioso en todos los niveles de la administración, a través de los COMITÉS DE CONTROL.

Con información de Masas N. 2.660

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