Guillermo Lora

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noviembre 19, 2020

Las crisis internas en el MAS y los límites en las que se desarrollan

El MAS es una montonera sin programa que se agrupa en torno a intereses grupales absolutamente particulares. Los cocaleros del trópico cochabambino buscando la posibilidad ilimitada de producir y ensanchar los mercados de la coca; los interculturales desesperados de ganar nuevos espacios avanzando sobre las tierras comunitarias de origen; los cuentapropistas desesperados de paz social para ejercer sus actividades en condiciones normales; los campesinos pequeños propietarios buscando mejorar sus condiciones de existencia logrando precios justos para sus productos; los empresarios privados esperando que el Estado les dé una manito para mantener sus empresas en actividad, burócratas sindicales serviles al gobierno por prebendas, etc. 

En los partidos revolucionarios, debido a los profundos y violentos cambios políticos que se producen en la sociedad y se traducen en presiones de las expresiones políticas de la clase dominante sobre ellos, existe la necesidad de realizar precisiones y ajustes en sus programas políticos. Este es el momento en el que surgen en su seno tendencias que pueden desarrollarse hasta el punto de la necesidad de las escisiones, como una necesidad ineludible en la tarea de preservar la naturaleza del programa revolucionario.

Lenin recomendaba que las escisiones son una necesidad si ellas permiten depurar de la organización a las tendencias que buscan adulterar el programa revolucionario; pero la condición para que estas escisiones fortalezcan el programa es conduciendo la discusión interna hasta sus últimas consecuencias, hasta poner al desnudo el verdadero contenido político de las tendencias disidentes.

El POR boliviano ha logrado mucha experiencia en esta materia. Ha sufrido cuatro escisiones en diferentes etapas de su historia. Ha depurado de su seno al marofismo diletante, desenmascarado al estalinismo, al nacionalismo de contenido burgués y al foquismo que, durante la década de los 70 del siglo pasado, logró arrastrar detrás de sí a la clase media y particularmente a la juventud. El programa trotskista se ha forjado vigoroso mientras las otras expresiones políticas como el PIR, el MNR, el ELN y las caricaturas centristas que se reclaman del trotskismo han terminado en el cementerio de los desperdicios de la política.

Nada de esto ocurre en el MAS. Para empezar, hay que señalar que se trata de una montonera sin programa que se agrupa en torno a intereses grupales absolutamente particulares. Los cocaleros del Trópico cochabambino buscando la posibilidad ilimitada de producir y ensanchar los mercados de la coca; los interculturales desesperados de ganar nuevos espacios avanzando sobre las tierras comunitarias de origen; los cuentapropistas desesperados de paz social para ejercer sus actividades en condiciones normales; los campesinos pequeños propietarios buscando mejorar sus condiciones de existencia logrando precios justos para sus productos; los empresarios privados esperando que el Estado les dé una manito para mantener sus empresas en actividad, burócratas sindicales serviles al gobierno por prebendas, etc.

En torno estos sectores sociales han surgido capas de dirigentes que han encontrado en el Estado una fuente apetecible de cargos, prebendas y posibilidades de negocios lucrativos. Éstas costras burocráticas aferradas a los gobiernos de turno, ahora encuentran en el MAS la oportunidad de satisfacer sus apetitos insaciables y han aprendido a manipular a sus bases haciéndoles creer que encumbrados en algún puesto del gobierno van a resolver sus problemas.

El Estado no tiene la suficiente capacidad de satisfacer las exigencias de estos busca-pegas, muchos quedarán al margen y se volverán en enemigos implacables del gobierno. Este sector oportunista no tiene ninguna posibilidad de provocar un sisma en el seno del MAS, su destino es diluirse en el mar de nuevas contradicciones que surgirán en el camino.

Evo Morales y su entorno constituyen el otro sector, muy resistido por el grueso masista que, de principio, ha rechazado su incorporación oficial al aparato del Estado. Agazapado y sigilosamente para burlar la atención de sus detractores y con la complicidad del mismo Arce, ha logrado controlar el sector del manejo económico del gobierno, las direcciones del poder legislativo y del poder judicial; o sea, más claro, ya tienen el control del gobierno; son el poder desde del trono. Frente a la posibilidad de una futura eclosión social, será el escudo protector del gobierno formal porque de su supervivencia dependerá salvaguardar sus mezquinos intereses materiales.

Finalmente, la otra contradicción, constituyen los campesinos ligados al problema de la opresión nacional, los ayllus aymaras de La Paz, los quechuas del Norte de Potosí y otros; leales a sus postulados originales, buscan el control del Estado, no las minucias de los cargos, aunque los caciques no escapan a la tentación de la repartija del botín estatal.

Sin embargo, ellos no podrán derivar en una perspectiva revolucionaria, como sueñan algunos desubicados centristas, fracturando al MAS hacia la revolución. Ellos tienen una limitación estructural, es su condición de pequeños propietarios de la tierra, condición que los condena a no poder salir de la política burguesa. Las nacionalidades oprimidas sólo podrán desarrollar una política revolucionaria si marchan bajo la dirección del proletariado cuyo nuevo Estado de obreros y campesinos abrirá la posibilidad de su autodeterminación.

EL MAS EN EL GOBIERNO EN PROCESO DE PUTREFACCIÓN

El MAS ha vuelto al gobierno contra toda previsión de los “politólogos” de la clase dominante y los políticos de la vieja derecha que daban por descontado que en octubre-noviembre de 2019, el MAS, con la caída del gobierno de Evo Morales por la sublevación popular citadina que concluyó siendo capitalizada por las capas de la alta pequeña-burguesía blancoide, había sido definitivamente desplazado y sin retorno.

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Esta idea se impuso con toda fuerza como una verdad evidente, remachada por las encuestas que mostraban que el MAS no podría superar su llamado “voto duro”, básicamente indígena-campesino, del orden del 30%, pero con un misterioso alto porcentaje de “indecisos” y de

“voto oculto” dentro del cual se estaba produciendo un viraje en la actitud de importantes sectores populares respecto al apoyo electoral al MAS.

Todo esto impidió percibir este silencioso proceso de retorno al apoyo electoral al MAS en amplios sectores de la población plebeya indígena o mestiza, como respuesta a la odiada vieja derecha que en su delirio triunfal dejó al descubierto el racismo profundamente arraigado en la clase dominante opresora de las naciones indígenas.

En Bolivia, la minoría burguesa blancoide es la prolongación de los que con el advenimiento de la república mantuvieron el intolerable sojuzgamiento y explotación de los chapetones sobre las nacionalidades indígenas. Un problema aún no resuelto y que sólo podrá resolverse en el marco de la nueva sociedad socialista que, libre de la opresión de la burguesía, reconocerá el derecho de las naciones indígenas a su autodeterminación si así lo demandaran.

El nuevo gobierno del MAS carece del apoyo social del MAS de la primera época, que despertó grandes ilusiones en las mayorías oprimidas del país por el simple hecho de la condición indígena-campesina de Evo Morales.

El MAS no tiene estructura partidaria programática, es un conglomerado de corrientes dispares entre las que destacan la corriente indigenista que reivindica los valores culturales de las naciones originarias y se agota en el simbolismo -por ejemplo: ver ponchos y polleras en al gabinete de ministros y sentirse discriminados y usados como escalera en caso contrario como ha ocurrido con el gabinete ministerial “técnico” nombrado por Arce-, y la de los izquierdistas reformistas que siguen las ideas reaccionarias del posmodernismo europeo de la coexistencia armónica y complementaria de todas las formas de propiedad y en consecuencia de los intereses de explotados y explotadores.

El actual MAS llega al gobierno profundamente escindido entre la corriente indigenista, representada por el vicepresidente David Choquehuanca, que se rebela contra el entorno blancoide de Evo Morales, al que responsabiliza por los “errores” del gobierno de

Evo Morales, y el evismo blancoide -tipo Linera que vive como una garrapata de Morales-, de los izquierdistas reformistas que sigue aglutinado alrededor del caudillo divinizado que, ahora atrincherado en el Chapare, trabaja por afianzarse como el Poder detrás del trono.

¿Existen diferencias políticas de fondo entre estas corrientes? ¿Puede decirse que una de las corrientes es más “progresista” que la otra? Definitivamente NO. Choquehuanca en su discurso de posesión ha sido categórico en su concepción política de subordinación a los intereses de la burguesía y el imperialismo, con su parábola del cóndor que para volar necesita alinear perfectamente su ala izquierda a su ala derecha.

El MAS de Evo Morales debutó proclamando ser respetuoso de la gran propiedad privada burguesa e imperialista, es decir respetuoso del poder burgués, por eso desarrolló política burguesa adornada con simbolismos indigenistas. El opositor indigenista Choquehuanca está en la misma línea.

Por eso la lucha interna dentro del MAS concluye en lucha miserable entre camarillas corruptas y sin principios en busca de cargos en el aparato del Estado.

Es el mismo MAS corrupto de siempre, en proceso de putrefacción.

Debate ideológico: POR 10, PCB 0

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