Guillermo Lora

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diciembre 08, 2020

A un mes de gobierno de Arce: el “mago de las finanzas” no tiene qué sacar de la galera

Se sembró la idea de que, con la sabiduría del “hermano Lucho”, rápidamente se revertiría la calamitosa situación económica que estaba dejando Jeanine Añez. El gobierno proburgués del MAS no tiene más alternativa que descargar sobre las espaldas de los explotados y oprimidos el peso de la crisis, en santa alianza con los empresarios, banqueros, agroindustriales y grandes comerciantes.


La ministra de la Presidencia, María Nela Prada, informa que el Estado está quebrado, sin liquidez, con un déficit fiscal peor que el de la UDP y culpa de toda esta situación de debacle al gobierno de transición de Añez.

La gravísima crisis económica que se cierne sobre nuestras cabezas es el resultado de la incapacidad histórica de la burguesía para superar el atraso del país; de su condición de clase parásita, vende-patria, antinacional y proimperialista.

Los neoliberales -para no ir más lejos en el tiempo-, enajenaron el país a las transnacionales, los impostores masistas mantuvieron bajo control de “sus socias y no patronas” transnacionales la explotación del gas y los minerales mientras se dedicaron a despilfarrar los recursos extraordinarios de la corta época de bonanza económica por los altos precios de las materias primas, al gobierno de transición de los agroindustriales del Oriente le faltó tiempo para acabar de saquear lo poco que queda.

El resultado es el PAÍS QUEBRADO que anuncia oficialmente la ministra Prada. Quebrado y sin recursos. El negocio de la venta de gas al Brasil y Argentina se hunde. Las reservas de gas, principal fuente de ingresos del país estos últimos 20 años, se agotan; ya sólo quedan certificados, ocho trillones de pies cúbicos.

El gobierno proburgués del MAS no tiene más alternativa que descargar sobre las espaldas de los explotados y oprimidos el peso de la crisis, en santa alianza con los empresarios, banqueros, agroindustriales y grandes comerciantes.

La Cámara Nacional del Comercio (CNC) ha propuesto al vicepresidente del Estado, David Choquehuanca, un “gran acuerdo público privado, para fortalecer la economía del país”. Éste ha respondido entusiasmado que: “Vamos a estrechar una buena relación de manera muy responsable para cumplir los objetivos que nos vamos trazando las últimas semanas del año, más aún para una posible alianza público privada como una base del modelo de desarrollo económico y social del país”.

El choque de intereses de amplios sectores sociales con los de la burguesía ya se pone de manifiesto. La masacre blanca de trabajadores continúa y el gobierno no hace nada -ni hará nada-, para resolverla. El diferimiento de las cuotas de créditos enfrenta a los banqueros con los pequeños productores, comerciantes, trasportistas, etc. que exigen que se amplíe por seis meses más.

El pueblo oprimido comienza a percatarse de que nada puede esperar de esta nueva versión de la impostura masista.

Los trabajadores de todos los sectores tienen que superar de una vez por todas la ilusión de que el MAS puede de alguna manera protegerlos de la masacre blanca burguesa o proteger los intereses populares frente a los de la burguesía o los nacionales de los del imperialismo.

LAS ESPERANZAS SE VAN EXTINGUIENDO

La campaña electoral del MAS se centró en la idea fundamental de que el gobierno de transición fue el responsable del desastre económico que había provocado la paralización del aparato productivo, la caída del volumen de la producción, la masiva desocupación, la reducción de circulante que permita mantener activo el mercado interno, etc. Se sembró la idea de que, con la sabiduría del “hermano Lucho”, rápidamente se revertiría esta calamitosa situación económica que estaba dejando Jeanine Añez: no cabe duda que esta campaña estaba dirigida a esa gran masa del electorado ingenuo y desesperado que buscaba un gobierno que le garantice seguridad, estabilidad social y la pronta materialización de estas promesas electorales.

Deliberadamente, la demagogia de Arce hizo abstracción de que esta crisis económica empezaba a arreciar en Bolivia como consecuencia del rumbo que iba tomando la crisis mundial, agravada por los efectos de la pandemia del COVID – 19. No sospechó que la demagogia tendría un efecto boomerang en el presente momento, unas semanas después de la contundente victoria electoral masista.

Por otra parte, bajo la presión de las diferentes corrientes oficialistas, de gran parte del empresariado privado, de la burocracia sindical que –desde el principio apareció como abiertamente identificada con el MAS-- y de la prensa nacional que rápidamente giró a favor del nuevo gobierno, se desarrolló de manera natural la corriente en sentido de dar un tiempo al gobierno de Arce para que pueda consolidarse como tal y lanzar su programa anticrisis que había prometido en la campaña.

El problema está en que nadie, ni el oficialismo ni las corrientes de opinión opuestas al gobierno, pudieron prever el tiempo que iba a durar este período de espera para que el gobierno diera señales seguras de un efectivo programa anticrisis. No se había tomado en cuenta el grado de miseria en el que estaba sumida gran parte de la población. Esa lamentable situación en que, después de casi nueve meses de aislamiento social, período en el que se había paralizado la economía, se producían despidos en las empresas industriales, la tasa de desocupación se daba de manera exponencial, los ingresos de los sectores cuentapropistas se reducían casi a cero, etc., estaba obligando a la gente a moverse en un mundo dantesco del “sálvese como pueda”.

Una muestra de esta calamitosa situación es que en las semanas siguientes se produce un desborde de los hambrientos en torno a la llamada “canasta estudiantil”, por algunos centavos, no mayor de 270 Bs. en el mejor de los casos, muchas alcaldías insolventes empiezan a tambalearse por la presión de los hambrientos.

Probablemente, la distribución del “bono contra el hambre” de 1.000 Bs., que no llega a todos los que sienten hambre porque, --más o menos-- dos tercios de la población son excluidos de este beneficio, podrá calmar por unos días la tormenta. Frente a la tardanza de la llamada “reactivación económica” volverán las inevitables convulsiones sociales.

En las calles, la lógica del “hambre no espera”, como en la anterior etapa de la UDP, empieza a adquirir un sentido vital que se traduce en las exigencias del estómago. Frente a esta realidad objetiva sucumben las esperanzas en el nuevo gobierno; las promesas demagógicas, los símbolos de la opresión nacional, los prejuicios racistas, la propaganda subliminal o abierta de la gran prensa, las prédicas pacifistas que se propalan desde los púlpitos, etc., naufragan.

El gran problema de este momento es saber ¿dónde van a desembocar esas masas hambrientas que ocupan las calles buscando comida para llenar el estómago? No encuentran la referencia revolucionaria que los pueda conducir hacia la revolución social, referencia que sólo puede materializarse con la presencia del proletariado como dirección política del conjunto de los explotados y oprimidos de este país. Tampoco está presente la referencia ultraderechista que puede derivar en el fascismo, capaz de arrastrar a estas masas desesperadas detrás de sí. La derecha boliviana en todas sus variantes se encuentra totalmente derrotada reflejando el agotamiento de la salida burguesa a la actual situación que emerge de la crisis estructural de capitalismo.

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