El gobierno del MAS está empeñado en fabricar e imponer como una verdad incuestionable la teoría del “golpe de Estado”, para lo cual necesita ocultar, distorsionar y falsificar cínicamente los acontecimientos históricos y el papel de los individuos, las organizaciones políticas, sindicales y populares en lo sucedido. Los hechos violentan su burda falsificación.
Después de la renuncia de Evo Morales, se precipitaron las renuncias de la ex presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, y del ex presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda. Este último ha confesado públicamente que su renuncia fue en acuerdo con Evo Morales y G. Linera para crear un vacío de poder.
Janine Añez llega a la presidencia a través de una figura de sucesión constitucional forzada como parte del acuerdo entre los MASistas representados por Eva Copa y la vieja derecha, a título de “pacificación” del país. Hoy el fiscal a cargo de la acusación contra Añez asegura que ésta “obligó” a Salvatierra a renunciar.
La teoría del
Golpe violenta los hechos históricos: Está ausente, previamente a los hechos de
octubre del 2019, una cúpula de conspiradores que hayan planificado de antemano
los sucesos posteriores y se haya hecho del poder. Para el presente caso, es
por demás evidente que a Añez, Murillo, Ortiz y los demás políticos del partido
“Demócratas” ni se les pasó por la cabeza que terminarían donde terminaron
fruto de los acuerdos de “pacificación” concertados con los MASistas. El
absurdo de que el motín policial fue orquestado por el padre del facho Camacho,
previo a los sucesos de octubre 2019, cae por su propio peso. Tanto las
plataformas del 21F, como el propio facho Camacho no creían en que se
precipitaría un levantamiento popular contra el gobierno; estaban en la línea
de llamar al “voto castigo” en las elecciones.
Como no
existió esa cúpula organizada de conspiradores y planificadores antes del “golpe”,
los masistas necesitan fabricarla, inventarla y es así que acusan de ser parte
de ese supuesto “centro cabeza conspirador” al ex comandante general del
ejército, el general Kaliman, quien, al igual que el alto mando policial,
estuvieron haciendo genuflexiones a Evo Morales y su gobierno hasta el último
momento. Pero el general “sugirió” al presidente que renuncie y por eso es “golpista”,
dicen los MASistas. Entonces, tan golpistas como Kaliman son los miembros del
CONALCAM y de la COB, que también pidieron su enuncia en aras de pacificar el
país.
La verdad es
que para ese momento el gobierno, que ya había perdido el respaldo de amplios
sectores de las masas, se estaba desmoronado; ni los propios aliados acudieron
a defenderlo. Esta situación fue fruto de su desgaste político, de la
corrupción generalizada, del abierto apoyo de Morales a la burguesía
agroindustrial, a los grandes empresarios privados y a las trasnacionales
imperialistas, del evidente fracaso del “proceso de cambio” que no cambio nada.
Por otra parte,
es una evidente falsificación de los hechos cuando los ideólogos del “golpe”
aseguran que se trató de una “conspiración de la burguesía y del imperialismo”
para derrocar a un “gobierno popular y progresista de izquierda”. El propio Evo
Morales ha reconocido y agradecido públicamente el apoyo de la CAINCO
(representación de la burguesía agroindustrial cruceña) hasta el último día de
su presidencia. La Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, a través
de Bellot, formó parte de la CONALCAM hasta el último día. El imperialismo
norteamericano, a través del Almagro, representante de la OEA, respaldó la re reelección
de Morales, a pesar del rechazo a su reelección en el referéndum de 2016.
Las trasnacionales
petroleras y mineras, que se beneficiaron de la paz social y la estabilidad
jurídica asegurada por Morales, desconfiaban de un eventual gobierno de Carlos
Mesa, dudando de su capacidad para controlar a las masas levantiscas y de
implementar las medidas antiobreras que ya se venían ejecutando bajo la
presidencia de Morales. Sólo cuando el levantamiento popular rebasó el control
de los MASistas y el gobierno demostró incapacidad para controlarlo, éstos se
dieron la vuelta y respaldaron a Añez.
La verdad es
que nunca hubo una “pugna interburguesa” o una “conspiración” de la burguesía
por derrocar al gobierno de Evo Morales. Pero nada de eso impidió, como dijimos
en su momento, que la mentalidad torpe de la vieja derecha racista en el poder
pretenda ahogar en sangre la resistencia de los sectores movilizados para
tratar de imponer el retorno de Morales como reacción a la acción racista de
atacar los símbolos indígenas. Masacre de por medio, el gobierno de la vieja
derecha se consolidó en el poder y los MASistas preservaron sus espacios en el Parlamento
y en el aparato del Estado.
Así podríamos
seguir sumando las falsificaciones, a cada cual más burda, pero hay un
denominador común entre todos estos ideólogos del “golpe de Estado”: es la
falsificación de que el ascenso de Evo Morales y el MAS al poder fue una
“revolución social” que implicó el desplazamiento de la burguesía por los
“movimientos sociales”. Deliberadamente se oculta el hecho de que el MAS no
trasformó la forma de propiedad de los medios de producción, preservó y legalizó
el latifundio, aseguró el derecho de explotación de las trasnacionales
imperialistas sobre nuestros recursos naturales y la gran propiedad privada de
la burguesía nativa; en resumen, preservó, bajo el denominativo de “Estado
Plurinacional”, las viejas relaciones sociales de producción propias de un país
capitalista atrasado de economía combinada y sometido al capital financiero
imperialista..
El MAS no
liberó al indio, no reconoció el derecho a la autodeterminación de las naciones
oprimidas, no acabó con el racismo porque no atacó su base económica; sus
rasgos antiobreros, antinacionales y procapitalistas se fueron acentuando, y en
esa medida fue chocando con sectores cada vez más amplios de las masas,
inicialmente urbanas y poco a poco con sectores indígenas y campesinos (TIPNIS,
Jacobo Mora, Achacachi, cocaleros de los Yungas, etc.).
Este proceso que fue truncado por la torpeza, miopía política y la corrupción del gobierno ultra derechista hoy se va reinstalando, retomando el punto alcanzado en los días previos a la caída de Morales. La falsificación del “golpe de Estado” es un desesperado intento masista de frenar el acelerado desgate del MAS en el poder.
Desviar
la atención del fracaso electoral
Los masistas perseguidos de
ayer por el gobierno ultraderechista de la señora Añez, hoy toman venganza
desatando una cacería de ex funcionarios del gobierno de Añez y ex miembros del
Estado Mayor de las FF.AA. durante esa gestión. El masismo justifica la ola de
detenciones calificando de “golpe de Estado” a la rebelión de amplios sectores
de la pequeña-burguesía citadina y sectores populares indignados y
decepcionados por la arbitrariedad, despotismo y corrupción del gobierno de Evo
Morales, y su política proburguesa y protransnacional.
La represión desatada busca,
por una parte, desviar la atención sobre los resultados de las elecciones
subnacionales que ponen en evidencia el proceso de hundimiento político de MAS
y su incapacidad para resolver los problemas de las masas, y, por otra, tratar
de capitalizar el sentimiento antik’ara de los sectores campesinos y citadinos
indígenas contra el gobierno de la odiada vieja derecha racista, por la brutal
represión en Senkata y Sacaba.
El POR, hoy como durante el
conflicto político de noviembre de 2019, llama en primer lugar al proletariado
que soporta la arremetida empresarial que, con la complicidad del gobierno y
sus lacayos burócratas sindicales, descarga la crisis económica sobre ellos con
despidos, cierre de fábricas, rebajas de salarios, pisoteo de sus conquistas y
derechos laborales y sindicales, etc.; a los campesinos y esa inmensa masa de
cuentapropistas de las ciudades que sobreviven en medio de la miseria y el
atraso, a no dejarse arrastrar a esta lucha entre politiqueros rateros de la
vieja derecha y de la nueva derecha masista. Esta lucha entre estas dos
expresiones de la política burguesa antinacional y antipopular no nos incumbe.
Pero advertimos que el gobierno
de Arce Catacora, para imponer su respuesta burguesa a la crisis económica,
necesitará recurrir a la fuerza contra los obreros y los sectores más
empobrecidos de la sociedad, si el freno de la burocracia sindical es rebasado.
Levantemos las banderas de
lucha independiente revolucionaria del proletariado y de todos los oprimidos
contra el caduco orden social burgués y sus gobiernos incapaces de resolver el
problema del atraso del país y la miseria de las mayorías nacionales.
Así como en noviembre de 2019
estuvimos en las calles separando aguas con la vieja derecha al grito de “¡ni
Evo, ni Mesa, ni el facho Camacho!”, hoy los explotados debemos gritar: ¡NI LA
VIEJA DERECHA, NI LOS IMPOSTORES MASISTAS, ¡NI LA RANCIA OLIGARQUÍA RACISTA DEL
ORIENTE!