La experiencia de los 14 años de gobierno del MAS a la cabeza de Evo Morales ha demostrado el carácter proburgués y proimperialista de este partido reformista, que respeta los intereses de los grandes propietarios de los medios de producción, las fábricas, los latifundios, la banca privada, las minas, los hidrocarburos, etc., planteando pequeñas reformas sin atacar la base económica de la explotación burguesa y la opresión imperialista.
En octubre y noviembre de 2019, producto de la presión popular, el MAS se vio obligado a abandonar el gobierno, no sin antes sembrar, tanto fuera como dentro del país, la impostura de que fue derrocado por un “golpe de Estado” con el objetivo de ocultar su evidente desgaste político consecuencia del fracaso del “proceso de cambio” que no cambio nada. Así, se entronizó en el poder el gobierno derechista de transición con la tarea de convocar a nuevas elecciones en el plazo de 90 días.
En
ausencia del proletariado con su propia estrategia revolucionaria (gobierno
obrero-campesino), fueron las capas altas de la pequeña burguesía reaccionaria
las que capitalizaron políticamente la rebelión popular básicamente citadina y
entronizaron en el poder al gobierno de la señora Añez, racista, reaccionario y
corrupto igual como fue el gobierno de Evo Morales. La corrupción estatal es
un mal propio de la politiquería burguesa.
En
esas condiciones marcadas por la agudización de la crisis, las ilusiones en el
MAS rebrotaron como reacción contra la odiada vieja derecha. Las causas que orientaron
el voto en favor del MAS fueron tres.
1.
La primera que nace de las entrañas mismas del problema de la opresión nacional
no superada en el país, donde las diferentes nacionalidades indígenas
existentes siguen sufriendo las consecuencias de la opresión de un Estado
elitista, donde una minoría conserva en sus manos el control de la economía y
del poder político, esa minoría que se manifiesta como una casta racista y
prepotente que se ha exacerbado en las movilizaciones populares de octubre –
noviembre y en el bloqueo de caminos protagonizado por el movimiento indígena.
La
derecha cavernaria no pudo disimular el contenido racista de su odio al
gobierno de Evo Morales, a pesar de que éste desarrolló una política
abiertamente favorable a los intereses de los agroindustriales del oriente, de
los empresarios y el imperialismo. Cometió la torpeza de pisar y quemar la
Wiphala, símbolo de los oprimidos del agro y de las naciones originarias, hecho
que exacerbó el instinto de la secular rebelión indígena, reavivando el voto a
favor del MAS.
2.
Las equivocadas ilusiones en el MAS, como una expresión de “izquierda” y como
depositario de las aspiraciones de los más pobres y oprimidos de este país, no
ha sido superada del todo en amplios sectores de la población, principalmente
raigambre indígena.
3.
La desastrosa gestión de Añez, caracterizada por la incapacidad, corrupción e
ineficiencia. Los azules han sembrado la teoría de que el gobierno transitorio
ha destruido en diez meses lo que el anterior gobierno construyó exitosamente
en 14 años. Lo evidente para la gente es que el gobierno derechista ha hecho
méritos para demostrar que es más corrupto que el de Evo Morales.
Todo
esto, en muy poco tiempo, está siendo superado en la medida que el nuevo
gobierno masista muestra incapacidad para atender las necesidades concretas de
las masas como consecuencia de la profundización y la aceleración de la crisis
económica. Arce, en su campaña electoral, difundió la idea de que su gobierno sería
capaz de garantizar a la población estabilidad económica, fuentes de trabajo e
ingresos que satisfagan las necesidades de la gente. A los empresarios privados
les prometió las condiciones adecuadas para que sigan produciendo con ganancias
razonables, para lo que ha ofrecido un fuerte apoyo estatal, y a la gran masa
de cuentapropistas, seguridad en sus actividades, etc.
La crisis estructural que vive Bolivia está determinada, en última instancia, por el desarrollo de la crisis mundial; en esta medida, las posibilidades de mitigar la crisis son extremadamente limitadas. Las masas insatisfechas ya comienzan a salir a las calles para exigir al nuevo gobierno que cumpla con sus promesas electorales.
En Chuquisaca, los trabajadores y el pueblo en general hemos experimentado en carne propia la política derechista del gobierno del MAS en el problema de Incahuasi, donde se desenmascaró su falsa nacionalización de los hidrocarburos y se evidenció que son las grandes empresas transnacionales las que definen no sólo donde se explora y perfora sino también hasta a qué departamento le pertenecen las reservas hidrocarburíferas.
El
nuevo gobierno del MAS está obligado a enfrentar el hecho de que la economía
nacional es un barquito muy pequeño que está sufriendo las consecuencias de la
tempestad económica mundial de una manera muy dura, dada la pequeñez de la
clase dominante boliviana y la miseria material de su Estado. El Estado burgués
boliviano es incapaz de garantizarle nada a nadie; la clase obrera, los
trabajadores y la mayoría empobrecida del país son los que están sufriendo el
peso del impacto de la crisis económica y sanitaria.
Para
el gobierno de contenido burgués, la reactivación de la economía fatalmente
tendría que pasar por incentivos para la empresa privada mediante créditos
blandos, facilidades a los créditos para sectores de la población con capacidad
de endeudamiento, programas de creación de empleo sobre la base de una “nueva”
normativa laboral más flexible y menos “desincentivadora” que la actual (nueva
ley general del trabajo), incentivo a la inversión imperialista en la
explotación de nuestros recursos naturales, es decir, remachar el sometimiento
del país al imperialismo y permitir la súper explotación de la fuerza de
trabajo por parte del miserable empresariado nacional y las transnacionales, siguiendo
al pie de la letra las instrucciones del FMI.
Y
en el mismo camino el gobierno deja languidecer a las empresas estatales, en
las cuales no invierte recursos, para justificar de esta manera su posterior
privatización.
No
hay que dejarse atrapar por el discurso MASista político propagandístico y
demagógico en materia económica. Los hechos dan cuenta de que la demagogia
electoral tiene patas cortas. Ellos prometieron que iban a materializar un
“nuevo” milagro económico que transforme a Bolivia en un paraíso, en una isla
de estabilidad, desarrollo y expansión en medio de la crisis y la contracción
económica mundial; adelantaron que eso tomará tiempo y requerirá la unidad de
todos (es decir unidad entre explotadores y explotados) para salir de la
crisis.
Hoy
es visible que ninguna de las acciones del gobierno ha logrado revertir el
impacto negativo de la crisis económica que golpea a la mayoría nacional: en
Chuquisaca, por ejemplo, no se ha resuelto el problema del agua y la condonación
de la deuda de ELAPAS.
El gobierno del MAS no tiene nada de socialista, izquierdista o
progresista; es un gobierno tan burgués como los gobiernos vende patrias de la
vieja derecha, entreguista, antiobrero y antipopular.
El
rápido desgaste del MAS se hace patente en los resultados de las elecciones
subnacionales, donde sufrió una derrota catastrófica que ahondará sus
contradicciones internas y lo debilitará aún más. El gobierno debilitado, frente
a la profundización de la crisis económica que hará más punzante la lucha de
clases, no tendrá otra opción que acentuar sus rasgos represivos, razón por la
cual la clase obrera debe ponerse en guardia para responder a cualquier ataque
contra sus organizaciones y dirigentes.
La tarea urgente de los trabajadores es luchar por recuperar sus
organizaciones sindicales de manos de la burocracia y ponerlas al servicio de
las bases bajo las banderas de la independencia política y sindical, dotándose
de direcciones revolucionarias que puedan dirigir las futuras luchas de los
explotados.
* Fragmento del Documento Político Revolucionario aprobado por el Congreso de la Central Obrera Departamental (COD) de Chuquisaca y propuesto por el magisterio urbano.