El gobierno no logra contener la rebelión cocalera yungueña. Fracasa diálogo y los cocaleros deciden continuar la lucha hasta que el gobierno cierre el mercado paralelo de Kalajahuira. El gobierno no es lo suficientemente fuerte como para imponer su política reaccionaria al conjunto de la población.
El gobierno ha agotado todos los recursos para doblegar al movimiento cocalero de La Paz, los ha dividido fraguando otra directiva de ADEPCOCA con elementos afines al MAS; ha utilizado la represión legal encarcelando a sus dirigentes y, finalmente, ha desencadenado una brutal represión policial para acabar con el bloqueo de caminos y la entrega del local del mercado legal de la coca a sus parciales.
Sorprende la persistencia y la capacidad de lucha de estos compañeros que han decidido trasladar los enfrentamientos con la policía y el sector oficialista a la ciudad de La Paz. La parte alta de Villa Fátima donde se encuentra la sede de ADEPCOCA y la sede de los transportistas San Cristóbal, donde se ha instalado el mercado ilegal de la coca recientemente creado por el gobierno, se ha tornado en un escenario de enfrentamientos diarios. Los vecinos del barrio de Kalajahuira, donde se encuentra la sede de los transportistas, han decidido el cierre inmediato del local y la expulsión de los cocaleros masistas ocupantes porque están cansados de la inseguridad reinante en el barrio debido a las explosiones de dinamita y las constantes gasificaciones.
La fracción
de Elena Flores, respaldada por el gobierno del MAS y con la única base social
de los carpeteros (los que obtuvieron licencias de comercialización de coca en
la gestión de Evo Morales al margen de ADEPCOCA), busca imponerse con la confianza
de haber ganado las alcaldías en muchos municipios en los Yungas de La Paz.
La victoria
masista se dio pese la dura represión y el encarcelamiento de dirigentes de
ADEPCOCA en la gestión anterior, y a las muertes de productores de coca en
rechazo de la nueva Ley 906 que regula la producción, comercialización e
industrialización en Bolivia, y en su esencia mantiene las mismas bases y
principios de la Ley 1008 que penaliza la coca en Bolivia.
Hoy la
dirigencia afín al gobierno del MAS, a pesar de no tener base social, mediante
una resolución ministerial abrió un mercado paralelo en el sector de
Kalajahuira (Sindicato de Transportistas “1ro de Mayo”). Pretenden imponerse
arguyendo que ellos son el sector legal de ADEPCOCA, pese a más de 18 días de
resistencia cocalera, con bloqueo de caminos, marchas de mujeres con cercos al
mercado paralelo y con represión.
¿Por qué la intransigencia
del gobierno del MAS en su afán de controlar ADEPCOCA?, ¿cuál es su verdadero
interés que no le preocupa ni sacrificar los votos para la segunda vuelta en
favor de su candidato a la gobernación Franklin Flores en los Yungas de La Paz?
El sector de
Elena Flores (MAS) parte de la idea de que la victoria en las elecciones
nacionales y subnacionales significa que las bases cocaleras retornaron al
redil del MAS, y cree que su sector se fortaleció mayoritariamente. Por tal
razón, impulsan acciones para retomar el control de las instalaciones de
ADEPCOCA. Detrás de ella está el gobierno, al que le urge controlar la sede
principal de los productores de la hoja de coca, porque necesita la firma del
presidente de ADEPCOCA para remitir los informes de erradicación, comercialización
y la cantidad de droga incautada en Bolivia ante la Oficina de Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en inglés) y el Tráfico
Ilícito de Drogas (CONALTID), y así recibir más recursos económicos para continuar
con la política de erradicación de la hoja de coca y lucha contra el
narcotráfico.
El
presidente Arce Catacora, en el día de la inauguración de la erradicación de la
hoja de coca en Bolivia, dijo que no habrá ni LIBRE CULTIVO, NI COCA CERO EN
BOLIVIA. En esencia, a más de los 14 años de gobierno, y pese a haber tenido a
la cabeza un dirigente cocalero como presidente de Bolivia, se continúa la
misma política de erradicación de los cultivos de coca, que se traduce en el sometimiento
del país a la política antidrogas del imperialismo norteamericano y europeo. Su
afán de continuar con la lucha contra el narcotráfico es una muestra de que, pese
al discurso de que Bolivia es un país soberano, no se acabó la colonización, Bolivia
sigue siendo el patio trasero de las transnacionales y, en los hechos, el
productor de coca sigue abandonado a su suerte. El libre cultivo es discursivo
y este doble discurso fortalece la corriente antimasista en los Yungas de La
Paz.
Los otros
sectores que han expresado su solidaridad con los cocaleros, como es el caso
del magisterio urbano de La Paz, se encuentran limitados para participar
efectivamente de las movilizaciones, no hay clases presenciales y los maestros
de base no logran salir masivamente a las calles a pesar los esfuerzos que
hacen sus dirigentes por el temor a la pandemia del COVID – 19.
Los
esfuerzos que se hacen por generalizar la lucha cocalera con los otros
sectores, por ejemplo, con los médicos, han sido vanos porque el gobierno ha
logrado neutralizar a los galenos con maniobras distraccionistas y con amenazas
de despidos y procesos penales contra sus dirigentes, precisamente porque se
encuentran aislados. El problema está en que las rebeliones antimasistas en las
ciudades se encuentran distorsionadas por las elecciones que se ha convertido
en un obstáculo para las movilizaciones.
Se percibe que
las masas que se rebelan contra el gobierno no logran superar la presión de la
política democratizante de las capas altas de la clase media y siguen atrapadas
por la ilusión de que, por la vía electoral, se puede superar el lastre de la
política masista y encontrar soluciones efectivas a las consecuencias nefastas
de la crisis económica y sanitaria.
Mientras
subsista esta limitación en la conciencia de amplias capas de la población,
aunque ya surgen señales de rechazo a la politiquería burguesa en su conjunto y
el convencimiento de que la vía democrática no es el camino de la victoria,
todo brote de rebelión como es el caso de los cocaleros y los médicos que se
ven obligados a defender sus intereses materiales inmediatos, puede permanecer
como lucha aislada. Puede ocurrir que se vean obligados a retroceder
momentáneamente pero, muy pronto, volverán a arremeter cuando la situación se
torne más favorable.
Si los sectores que se están batiendo heroicamente contra el régimen se ven obligados a retroceder debido a su aislamiento, no será una derrota definitiva porque el gobierno no es lo suficientemente fuerte como para imponer su política reaccionaria con la represión violenta o con la persecución judicial al conjunto de la población. Se percibe el inicio de un período de ascenso de masas que puede tener proyecciones revolucionarias si el proletariado aparece en el escenario como dirección política de todos los oprimidos.
Clase obrera y revolución
El país vive
las consecuencias de una profunda crisis política caracterizada por el enfrentamiento
de dos expresiones políticas de la clase dominante. Las grandes mayorías no ven
soluciones a sus problemas agravados por la aguda crisis económica, pero sí una
pugna intestina y asquerosa entre politiqueros que lleva a Bolivia a un
callejón sin salida, sin ninguna alternativa fuera de esas dos opciones
políticas burguesas que ya han concluido sus ciclos de existencia.
Por un lado
está la derecha tradicional (CC, UN, Demócratas, SOL-BO, Etc.), que no muestra
signos vitales porque está muerta, producto de la estocada que recibió en 2003
a manos de las masas insurrectas. Viejos y nuevos políticos sin ninguna
credibilidad, que por décadas en el poder han demostrado ser incapaces para
enfrentar los principales problemas del país. Por el contrario, en su última
“hazaña”, a la cabeza del gobierno transitorio de Janine Añez, profundizaron la
crisis, la corrupción y la dependencia a los intereses del imperialismo y las
trasnacionales.
Por el otro
lado, se encuentra el MAS, la nueva derecha, sin lugar a dudas en una fase de
desmoronamiento y descomposición irreversible, producto del fracaso político
como proyecto ideológico que en 14 años de gobierno terminó como fiel sirviente
de los grandes capitalistas, de la oligarquía oriental y las transnacionales,
al igual que los gobiernos neoliberales de los noventas. Despilfarró un período
de bonanza económica sin resolver los problemas estructurales del país, el
atraso precapitalista en las ciudades y el campo, el carácter extractivista de nuestra
economía, el hambre y la opresión secular a las nacionalidades oprimidas.
Ambos bandos
o ambas caras de la misma moneda son expresión de la caducidad de una burguesía
boliviana que ha fracasado históricamente como clase dominante a la cabeza de
las riendas del Estado, y ahora el pueblo boliviano tiene que sufrir las
consecuencias de su agonía y lucha fratricida.
En 2003 se
vivió algo parecido; el sistema de partidos políticos burgueses no ofrecía una
salida viable a las masas y se produjo el estallido social. La clase obrera no
pudo ofrecer una respuesta al vacío de poder, a la crisis política, puesto que
estaba disuelta entre las masas movilizadas, pero sin dirigirlas políticamente.
La coyuntura inventó una salida: Evo Morales, un indígena ocupando la silla
presidencial, acontecimiento que generó muchas ilusiones en el pueblo pero que
después de más de una década en el gobierno, terminó frustrándolas.
Esta
encrucijada se repite este 2021. Hoy en día la clase obrera se encuentra
extraviada, ha perdido el norte. La clase obrera, separada de su Partido, no
ofrece una respuesta revolucionaria a la crisis política como la ofreció en el
sexenio de 1946-1952 y en 1970-1971 (Asamblea Popular). La COB y la FSTMB, a la
cabeza de la inefable burocracia sindical masista, ha sido convertida en un
instrumento que sirve de sostén social al gobierno de los falsos socialistas
del MAS. Los principios del “sindicalismo revolucionario” han sido sustituidos
por una conducta de servilismo y sometimiento al enemigo de clase. Dirigentes
bien forrados por el gobierno que le ha llamado “sindicalismo de gestión” a
este tipo de sindicalismo servil (llunquerio) y no de lucha como era tradición.
Período
nefasto de la historia del sindicalismo donde los sindicatos obreros han sido
estatizados y han vendido la independencia política de la clase obrera frente
al Estado burgués y a los gobiernos de turno. La crisis de la clase obrera de
hoy en día se puede explicar de manera sintética por el abandono de su
ideología revolucionaria, el abandono de su lucha por la consumación de su
estratégica histórica: la revolución social, la conformación del gobierno
obrero-campesino, la estructuración de una sociedad socialista basada en la
propiedad colectiva y social sobre los medios de producción.
Bolivia en
su conjunto, hoy más que nunca, necesita que la clase obrera despierte,
recupere la COB, cumpliendo su rol histórico y dirigiendo al conjunto de la
nación oprimida por la defensa de los intereses nacionales, abriendo una
alternativa clasista y revolucionaria a la crisis política y económica que vive
el país.