Guillermo Lora

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abril 07, 2021

En puertas de la segunda vuelta, el gobierno del MAS se da un tiro en los Yungas

El gobierno no logra contener la rebelión cocalera yungueña. Fracasa diálogo y los cocaleros deciden continuar la lucha hasta que el gobierno cierre el mercado paralelo de Kalajahuira. El gobierno no es lo suficientemente fuerte como para imponer su política reaccionaria al conjunto de la población.


El gobierno ha agotado todos los recursos para doblegar al movimiento cocalero de La Paz, los ha dividido fraguando otra directiva de ADEPCOCA con elementos afines al MAS; ha utilizado la represión legal encarcelando a sus dirigentes y, finalmente, ha desencadenado una brutal represión policial para acabar con el bloqueo de caminos y la entrega del local del mercado legal de la coca a sus parciales.

Sorprende la persistencia y la capacidad de lucha de estos compañeros que han decidido trasladar los enfrentamientos con la policía y el sector oficialista a la ciudad de La Paz. La parte alta de Villa Fátima donde se encuentra la sede de ADEPCOCA y la sede de los transportistas San Cristóbal, donde se ha instalado el mercado ilegal de la coca recientemente creado por el gobierno, se ha tornado en un escenario de enfrentamientos diarios. Los vecinos del barrio de Kalajahuira, donde se encuentra la sede de los transportistas, han decidido el cierre inmediato del local y la expulsión de los cocaleros masistas ocupantes porque están cansados de la inseguridad reinante en el barrio debido a las explosiones de dinamita y las constantes gasificaciones.

La fracción de Elena Flores, respaldada por el gobierno del MAS y con la única base social de los carpeteros (los que obtuvieron licencias de comercialización de coca en la gestión de Evo Morales al margen de ADEPCOCA), busca imponerse con la confianza de haber ganado las alcaldías en muchos municipios en los Yungas de La Paz.

La victoria masista se dio pese la dura represión y el encarcelamiento de dirigentes de ADEPCOCA en la gestión anterior, y a las muertes de productores de coca en rechazo de la nueva Ley 906 que regula la producción, comercialización e industrialización en Bolivia, y en su esencia mantiene las mismas bases y principios de la Ley 1008 que penaliza la coca en Bolivia.

Hoy la dirigencia afín al gobierno del MAS, a pesar de no tener base social, mediante una resolución ministerial abrió un mercado paralelo en el sector de Kalajahuira (Sindicato de Transportistas “1ro de Mayo”). Pretenden imponerse arguyendo que ellos son el sector legal de ADEPCOCA, pese a más de 18 días de resistencia cocalera, con bloqueo de caminos, marchas de mujeres con cercos al mercado paralelo y con represión.

¿Por qué la intransigencia del gobierno del MAS en su afán de controlar ADEPCOCA?, ¿cuál es su verdadero interés que no le preocupa ni sacrificar los votos para la segunda vuelta en favor de su candidato a la gobernación Franklin Flores en los Yungas de La Paz?

El sector de Elena Flores (MAS) parte de la idea de que la victoria en las elecciones nacionales y subnacionales significa que las bases cocaleras retornaron al redil del MAS, y cree que su sector se fortaleció mayoritariamente. Por tal razón, impulsan acciones para retomar el control de las instalaciones de ADEPCOCA. Detrás de ella está el gobierno, al que le urge controlar la sede principal de los productores de la hoja de coca, porque necesita la firma del presidente de ADEPCOCA para remitir los informes de erradicación, comercialización y la cantidad de droga incautada en Bolivia ante la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por su sigla en inglés) y el Tráfico Ilícito de Drogas (CONALTID), y así recibir más recursos económicos para continuar con la política de erradicación de la hoja de coca y lucha contra el narcotráfico.

El presidente Arce Catacora, en el día de la inauguración de la erradicación de la hoja de coca en Bolivia, dijo que no habrá ni LIBRE CULTIVO, NI COCA CERO EN BOLIVIA. En esencia, a más de los 14 años de gobierno, y pese a haber tenido a la cabeza un dirigente cocalero como presidente de Bolivia, se continúa la misma política de erradicación de los cultivos de coca, que se traduce en el sometimiento del país a la política antidrogas del imperialismo norteamericano y europeo. Su afán de continuar con la lucha contra el narcotráfico es una muestra de que, pese al discurso de que Bolivia es un país soberano, no se acabó la colonización, Bolivia sigue siendo el patio trasero de las transnacionales y, en los hechos, el productor de coca sigue abandonado a su suerte. El libre cultivo es discursivo y este doble discurso fortalece la corriente antimasista en los Yungas de La Paz.

Los otros sectores que han expresado su solidaridad con los cocaleros, como es el caso del magisterio urbano de La Paz, se encuentran limitados para participar efectivamente de las movilizaciones, no hay clases presenciales y los maestros de base no logran salir masivamente a las calles a pesar los esfuerzos que hacen sus dirigentes por el temor a la pandemia del COVID – 19.

Los esfuerzos que se hacen por generalizar la lucha cocalera con los otros sectores, por ejemplo, con los médicos, han sido vanos porque el gobierno ha logrado neutralizar a los galenos con maniobras distraccionistas y con amenazas de despidos y procesos penales contra sus dirigentes, precisamente porque se encuentran aislados. El problema está en que las rebeliones antimasistas en las ciudades se encuentran distorsionadas por las elecciones que se ha convertido en un obstáculo para las movilizaciones.

Se percibe que las masas que se rebelan contra el gobierno no logran superar la presión de la política democratizante de las capas altas de la clase media y siguen atrapadas por la ilusión de que, por la vía electoral, se puede superar el lastre de la política masista y encontrar soluciones efectivas a las consecuencias nefastas de la crisis económica y sanitaria.

Mientras subsista esta limitación en la conciencia de amplias capas de la población, aunque ya surgen señales de rechazo a la politiquería burguesa en su conjunto y el convencimiento de que la vía democrática no es el camino de la victoria, todo brote de rebelión como es el caso de los cocaleros y los médicos que se ven obligados a defender sus intereses materiales inmediatos, puede permanecer como lucha aislada. Puede ocurrir que se vean obligados a retroceder momentáneamente pero, muy pronto, volverán a arremeter cuando la situación se torne más favorable.

Si los sectores que se están batiendo heroicamente contra el régimen se ven obligados a retroceder debido a su aislamiento, no será una derrota definitiva porque el gobierno no es lo suficientemente fuerte como para imponer su política reaccionaria con la represión violenta o con la persecución judicial al conjunto de la población. Se percibe el inicio de un período de ascenso de masas que puede tener proyecciones revolucionarias si el proletariado aparece en el escenario como dirección política de todos los oprimidos.

Clase obrera y revolución

El país vive las consecuencias de una profunda crisis política caracterizada por el enfrentamiento de dos expresiones políticas de la clase dominante. Las grandes mayorías no ven soluciones a sus problemas agravados por la aguda crisis económica, pero sí una pugna intestina y asquerosa entre politiqueros que lleva a Bolivia a un callejón sin salida, sin ninguna alternativa fuera de esas dos opciones políticas burguesas que ya han concluido sus ciclos de existencia.

Por un lado está la derecha tradicional (CC, UN, Demócratas, SOL-BO, Etc.), que no muestra signos vitales porque está muerta, producto de la estocada que recibió en 2003 a manos de las masas insurrectas. Viejos y nuevos políticos sin ninguna credibilidad, que por décadas en el poder han demostrado ser incapaces para enfrentar los principales problemas del país. Por el contrario, en su última “hazaña”, a la cabeza del gobierno transitorio de Janine Añez, profundizaron la crisis, la corrupción y la dependencia a los intereses del imperialismo y las trasnacionales.

Por el otro lado, se encuentra el MAS, la nueva derecha, sin lugar a dudas en una fase de desmoronamiento y descomposición irreversible, producto del fracaso político como proyecto ideológico que en 14 años de gobierno terminó como fiel sirviente de los grandes capitalistas, de la oligarquía oriental y las transnacionales, al igual que los gobiernos neoliberales de los noventas. Despilfarró un período de bonanza económica sin resolver los problemas estructurales del país, el atraso precapitalista en las ciudades y el campo, el carácter extractivista de nuestra economía, el hambre y la opresión secular a las nacionalidades oprimidas.

Ambos bandos o ambas caras de la misma moneda son expresión de la caducidad de una burguesía boliviana que ha fracasado históricamente como clase dominante a la cabeza de las riendas del Estado, y ahora el pueblo boliviano tiene que sufrir las consecuencias de su agonía y lucha fratricida.

En 2003 se vivió algo parecido; el sistema de partidos políticos burgueses no ofrecía una salida viable a las masas y se produjo el estallido social. La clase obrera no pudo ofrecer una respuesta al vacío de poder, a la crisis política, puesto que estaba disuelta entre las masas movilizadas, pero sin dirigirlas políticamente. La coyuntura inventó una salida: Evo Morales, un indígena ocupando la silla presidencial, acontecimiento que generó muchas ilusiones en el pueblo pero que después de más de una década en el gobierno, terminó frustrándolas.

Esta encrucijada se repite este 2021. Hoy en día la clase obrera se encuentra extraviada, ha perdido el norte. La clase obrera, separada de su Partido, no ofrece una respuesta revolucionaria a la crisis política como la ofreció en el sexenio de 1946-1952 y en 1970-1971 (Asamblea Popular). La COB y la FSTMB, a la cabeza de la inefable burocracia sindical masista, ha sido convertida en un instrumento que sirve de sostén social al gobierno de los falsos socialistas del MAS. Los principios del “sindicalismo revolucionario” han sido sustituidos por una conducta de servilismo y sometimiento al enemigo de clase. Dirigentes bien forrados por el gobierno que le ha llamado “sindicalismo de gestión” a este tipo de sindicalismo servil (llunquerio) y no de lucha como era tradición.

Período nefasto de la historia del sindicalismo donde los sindicatos obreros han sido estatizados y han vendido la independencia política de la clase obrera frente al Estado burgués y a los gobiernos de turno. La crisis de la clase obrera de hoy en día se puede explicar de manera sintética por el abandono de su ideología revolucionaria, el abandono de su lucha por la consumación de su estratégica histórica: la revolución social, la conformación del gobierno obrero-campesino, la estructuración de una sociedad socialista basada en la propiedad colectiva y social sobre los medios de producción.

Bolivia en su conjunto, hoy más que nunca, necesita que la clase obrera despierte, recupere la COB, cumpliendo su rol histórico y dirigiendo al conjunto de la nación oprimida por la defensa de los intereses nacionales, abriendo una alternativa clasista y revolucionaria a la crisis política y económica que vive el país.

Debate ideológico: POR 10, PCB 0

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