Antes de la posesión del nuevo gobierno masista que será los primeros días de noviembre, ya empiezan a surgir las contradicciones internas en el MAS, todas ellas en torno a la distribución de cargos en todos los niveles del Estado y en el desplazamiento de unos grupos por otros en la posibilidad de ser asimilados o no a la administración del aparato estatal. Unos y otros se consideran con derecho para gozar de los cargos por sus méritos políticos o por su grado de proximidad a los amos circunstanciales del poder.
Estas
contradicciones actúan como fuerzas centrífugas que llevan en sus entrañas la
posibilidad de futuras crisis intestinas, primero en las capas de dirigentes
burocratizadas, y que después, pueden desembocar en el alejamiento de sectores
importantes como ya ocurrió en el pasado, durante los catorce años de gobierno
dirigido por Evo Morales, en importantes organizaciones indígenas como son los
casos del CONAMAQ en el Occidente y del CIDOB en el Oriente.
Evo
Morales tuvo que recurrir a maniobras burocráticas utilizando a elementos
serviles para generar una suerte de organizaciones paralelas con la finalidad
de seguir manteniendo el control, no importa formal, de esos sectores.
Organizaciones paralelas que posteriormente, bajo la sombra del poder político,
poco a poco, terminaron anulando y proscribiendo a los dirigentes que
legalmente fueron elegidos por sus bases según sus usos y costumbres. Estas
prácticas cuasi-estalinistas se repitieron en todos los otros sectores donde
surgieron corrientes contestatarias porque el gobierno no toleraba voces
disidentes en los movimientos de masas como las organizaciones sociales y
sindicales.
La
impostura de los dirigentes es inocultable. Son ellos los que desean capturar
los cargos, pero lo hacen bajo el argumento de que es el derecho de las
organizaciones que dicen representar. Por ejemplo, los dirigentes mineros
exigen diez ministerios, la mitad de los ministerios disponibles; los llamados
interculturales y los caciques campesinos están exigiendo el 70% de las cuotas
de poder porque dicen que ellos han definido el triunfo espectacular de binomio
Arce – Choquehuanca, las Bartolinas exigen la creación del ministerio de la
mujer porque son ellas las que se consideran con legítimo derecho de conducir
ese ministerio, las feministas de los otros sectores exigen el cumplimiento de
las leyes que el mismo MAS ha promulgado en el período anterior como eso de la
equidad de género en la administración de género, etc., etc.
Por
otra parte, los sectores que se sintieron marginados del poder en la gestión
masista anterior, han presionado en sentido de que el viejo equipo evista deba
ser marginado de la posibilidad de acceder a cargos importantes en el nuevo
gobierno, argumentando que la mayoría de esa gente ha contribuido a la
separación del programa originario del MAS en la gestión gubernamental, ha
contribuido a la corrupción imparable y ha sido conformado por oportunistas
k’aras que se han aprovechado del gobierno de los oprimidos, etc.. Arce se ve
obligado a anunciar que su gobierno dará oportunidad a los jóvenes y a nuevos
líderes sindicales y sociales. Anuncio que ha sido aplaudido por los que se
creen los nuevos usufructuarios del poder y ha despertado rencor y malestar en
aquellos otros que se consideran los “soldados del proceso de cambio” y que han
puesto sus pechos en los momentos más difíciles durante el gobierno anterior y
durante la crisis política que ha empezado con las jornadas populares de
octubre – noviembre.
La
tendencia dominante conduce a que estas contradicciones se profundicen porque
el gobierno de Arce se sentirá impotente para satisfacer a todos y mantener así
la armonía en su gobierno.
¿Por
qué el MAS es un volcán siempre a punto de estallar? ¿Por qué en su seno surgen
tantas contradicciones internas por pegas y no en torno a diferencias
políticas?
La
respuesta es sencilla, el MAS no es un partido programático. Se trata de
una montonera de gentes de diferente origen cuyos intereses también son
diversos. Se trata de una montonera informe donde se crea el caldo propicio
para que las tendencias oportunistas, rastreras y logreras puedan moverse
cómodamente. El destino del MAS y de su gobierno, en estas condiciones,
es hacerse astillas frente a las adversidades de la lucha de clases.