Andrónico Rodríguez, el cocalero del Chapare y Orlando Gutiérrez, el minero, ambos candidatos azules, han dicho que si el MAS pierde en las futuras elecciones generales será porque habrá fraude electoral. Han amenazado con tomar el poder desde las calles. Gutiérrez ha dicho que levantarán el cuarto intermedio del bloqueo de caminos para volver a paralizar el país hasta tomar la Casa Grande del Pueblo.
¿Temen
perder en las urnas el 18 de octubre o amedrentan al electorado para forzarlo a
votar por el MAS por el temor a una nueva convulsión social? Cuesta entender
qué estupideces se engendran en las cabezas calenturientas de los estrategas
masistas. Cuesta entender que si consideran que las elecciones son una farsa,
¿por qué juran fidelidad a la democracia burguesa, a la voluntad del soberano
expresada en el voto, al respeto a la institucionalidad del Estado burgués, etc.?
¿Acaso lo más coherente no sería patear el tablero electoral y mantener el
bloqueo de caminos hasta tomar el poder?
Esta
amenaza ha provocado el revuelo en el gallinero electorero del resto de la
derecha. Los gritos de alarma no se han dejado esperar y se han desenmascarado
como los impostores iguales o peores que los masistas, mostrándose como los angelitos
que nunca han manoseado la sacrosanta democracia burguesa y que siempre han
respetado la “voluntad popular” cuando, en su momento, les tocó conducir el
Estado. Se muestran de cuerpo entero como vulgares agentes del imperialismo y
de los miserables empresarios nacionales cuando denuncian que el MAS no respeta
la propiedad privada (14 años de gobierno demostraron objetivamente que el
MAS si es defensor de la propiedad privada y de la inversión extranjera para el
saqueo de nuestros recursos naturales) y quiere conducir a Bolivia hacia
comunismo (¿comunista Evo, socio de las transnacionales y compinche de los
terratenientes del Oriente?) y hacia las “dictaduras” de Cuba (socialista)
y Venezuela (reformista proburguesa), que Morales y su pandilla son
enemigos jurados de la fementida voluntad popular al haber desobedecido los
resultados del 21F y al haber hecho el escandaloso fraude en las anteriores
elecciones.
Canallas
archi reaccionarios todos ellos; desesperados en engañar al ingenuo electorado
para sonsacarle el voto que los encumbre en el poder. Todos ellos, a su turno,
se encargaron de pisotear eso que consideran los fundamentos de la democracia
liberal burguesa que nunca pudo materializarse debido al atraso de este país.
¿De
qué “limpieza” hablan cuando la misma ley electoral parte de la impostura de “un
ciudadano igual a un voto”? como si el voto del empresario valiera igual al
voto del campesino o del obrero cuando aquél, por tener en sus manos la
propiedad de los medios de producción, puede pagar a los medios de comunicación
para fabricar la opinión pública e inducir el voto de sus dependientes en uno u
otro sentido. Hablan de limpieza en las elecciones cuando la ley electoral
inventa artificios tramposos que permite que con un tercio de los votos del electorado
pueden tener el control total del Parlamento y de todos los otros poderes del
Estado, a título de “gobernabilidad” convertir al Parlamento en un mercado
donde los votos de los opositores tienen un precio, o de realizar pactos
espurios en base a prebendas y cargos.
El
conjunto del aparato electoral es una farsa que permite poner zancadillas
contra el oponente o hacerse de la vista gorda frente a los trasgresores de la
Ley, como eso de la privación de la personería jurídica al MAS por haber hecho
encuestas electorales y divulgar sus resultados fuera de tiempo. Es una farsa y
una trampa a la vez contra el ciudadano cuando se induce su voto en base a encuestas
de dudosa solvencia, cuando las empresas encuestadoras falsean la intención del
voto por paga de los partidos políticos interesados que participan en la
contienda electoral.
Contra
todos estos canallas desesperados de hacerse del aparato estatal para robar y
someter a la mayoría de los pobres con la finalidad de que carguen con el
pesado fardo de la crisis económica, debemos votar blanco o nulo y que no nos
vengan con el cuento de que esta forma de voto favorece a uno de ellos. El voto
blanco o nulo es un escupitajo en la cara de todos los politiqueros, tanto de
la vieja derecha como de la nueva derecha masista. Es un voto que reafirma la independencia
política de los explotados y oprimidos que deben estar preparados para enfrentar
una batalla decisiva contra el nuevo gobierno que surja de las elecciones del
18 de octubre para defender sus derechos y sus conquistas.