A una semana de la campaña electoral, violentando las medidas de
bioseguridad, se han realizado concentraciones de pequeña magnitud, caravanas
de vehículos casi vacíos, derroche de pancartas en las calles. Las caras de los
candidatos comienzan a copar los medios de comunicación, la guerra sucia sube
de tono y Áñez sale a la palestra haciendo abierta campaña, usando
impúdicamente los recursos del Estado.
En las zonas centrales de las grandes ciudades, la gente pasa de largo, sin detenerse frente a los candidatos de la derecha tradicional, pero no dejan contener su bronca cuando aparecen los azules, las rechiflas e insultos surgen de todas partes.
La prensa informa que en muchos lugares las manifestaciones de
hostilidad a los seguidores de Evo Morales se tornan cada vez más violentas. En
Potosí, la gente concentrada en la calle ha impedido que los candidatos
masistas inauguren su casa de campaña; en los Yungas de La Paz, una
concentración grande ha quemado las banderas del MAS y la gente ha jurado que
los atropellos perpetrados contra las organizaciones de los productores de coca
de la región serán vengados con el voto.
Los candidatos masistas probablemente estén esperando que la campaña
arrecie en los próximos días; hay anuncios en sentido de que se estaría
preparando una gran concentración en el trópico cochabambino y, seguramente al
aproximarse la fecha de las elecciones, se esforzarán en organizar cierres de
campaña masivos en las zonas periféricas de las ciudades donde aún controlan
algunas organizaciones sociales.
Se perciben señales de acomplejamiento en la candidatura azul por la
corriente hostil que flota en el ambiente. Gente próxima a los parlamentarios
más visibles del MAS señalan que éstos son hostigados en las calles, y alguno
habría comentado que prefiere no salir de su casa para no exponerse a los
insultos de la gente.
No cabe duda, esta campaña electoral es la más desfavorable para el
MAS, acostumbrado a usar ingentes recursos del Estado de manera cínica. Morales
se pasaba la gestión entera haciendo campaña electoral, volando en el avión
presidencial, disponiendo de los helicópteros y vehículos públicos y regalando
la plata de las arcas fiscales. Así podía trasladar gente de un lugar a otro
para ostentar campañas multitudinarias que enmudecían a su famélica oposición.
Ahora no. Aunque las candidaturas de la derecha tradicional son tan miserables
como antes y Áñez se aprovecha del aparato del Estado, la campaña electoral se
realiza en un ambiente adverso para todos. Algunos aún guardan la esperanza de
que el MAS garantice estabilidad económica; otros adoptan la lógica pragmática
del “voto útil” para evitar que los masistas ladrones y prepotentes retornen al
poder.
Pero la papeleta electoral no resolverá los graves problemas que
emergen de las crisis económica y sanitaria. No se trata de encumbrar con el
voto a un nuevo verdugo que hará gemir al país. Cualquiera que resulte elegido
el 18 de octubre, optará por la vía del desastre para responder a la crisis: cargará
con más impuestos a los sectores pobres del país, destruirá las conquistas
sociales y mantendrá los sueldos miserables, destruirá los servicios
fundamentales como la educación y la salud, endeudará al país hasta el cuello, todo por el
interés de la clase dominante y de las transnacionales.
Ahora, más que nunca, corresponde consolidar la independencia política
de las organizaciones sindicales y sociales frente al Estado burgués y sus
expresiones políticas. La gente debe llegar al convencimiento de la necesidad
de organizar una dura resistencia contra la política anti obrera, antipopular y
antinacional que fatalmente desarrollará el futuro gobierno que surja de las
elecciones del 18 de octubre.
El voto blanco o nulo, en la presente coyuntura, es una de las formas
concretas del ejercicio de la independencia política, ideológica y organizativa
de los explotados y oprimidos del país.