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julio 14, 2021

El invento masista del “golpe de Estado” se cae a pedazos

La prensa burguesa no se cansa de dar cobertura a la polémica interburguesa alrededor de si hubo o no golpe de Estado. Parecería que estaban de vacaciones fuera del país y que no vivieron ni registraron los acontecimientos que condujeron a la expulsión de Evo Morales del poder. La mayoría nacional arde en ira contra un gobierno que, en lugar de atender las necesidades de la gente, se ocupa de engañarlas con historias que cada vez son más difíciles de creer.

¿Qué hay que investigar? El protagonista principal de los hechos de noviembre de 2019 fueron esas masas preponderantemente pequeñoburguesas citadinas, asqueadas con la corrupción y las arbitrariedades del gobierno de Evo Morales, que ganaron las calles haciendo que el gobierno se desmorone como un castillo de naipes al primer soplido.

En la conciencia de la mayoría estaba que el desprestigiado gobierno sólo podía ganar si hacía fraude, cosa que efectivamente ocurrió y fue la gota que colmó el vaso de la tolerancia de la gente a la desfachatez masista y permitió que la vieja derecha fascistizante y racista se encarame en el poder. Lo que vino después sólo muestra a los supuestos golpistas desesperados por encontrar una salida a la situación creada por esta rebelión citadina, que además puso en evidencia la debilidad del gobierno que, pese a sus llamados para sentar la mano a las pititas, no encontró eco y a un Evo y un Linera huyendo desesperados por salvar el pellejo.

 El circo se agota y los hambrientos no quieren payasos sino comida

Las contradicciones entre la derecha tradicional y la derecha masista –entre los que sustentan que el MAS hizo fraude en las elecciones en 2019 para centrar el eje de la politiquería en la defensa de una inexistente democracia en Bolivia y el invento (relato) masista en sentido de que la eclosión social de octubre – noviembre del mismo año fue un golpe de Estado– se agotan al chocar con una realidad lacerante que emerge de las consecuencias de la grave crisis económica y de la crisis sanitaria que han puesto al descubierto la incapacidad del Estado burgués para resolver los problemas de subsistencia de los bolivianos.

Ambas versiones de las derechas han buscado concentrar la atención de la mayoría nacional y enrumbarla por senderos extraviados, al margen de los verdaderos problemas que aquejan a los explotados y oprimidos que son la inmensa mayoría de este país. Los hambrientos, entre ellos la mayoría de cuentapropistas de las ciudades y del campo, que no dependen de un patrón y que se ganan el sustento diario para sobrevivir, se sienten desprotegidos por el sistema social.

Todos los días están buscando mejorar sus miserables ingresos para sobrevivir en condiciones lamentables; los trabajadores asalariados están frente al permanente peligro de perder sus fuentes de trabajo y ven mermar sus sueldos y salarios, están frente a la amenaza permanente del recorte de sus beneficios sociales y de sus conquistas logradas en largos años de lucha; los diferentes sectores de la clase media sienten cada día más inseguridad y no encuentran los medios necesarios para desarrollar sus actividades en condiciones normales, etc. En este complejo contexto económico y social ¿qué importancia puede tener para la gente desesperada que los payasos de un circo de mala calidad se destripen las entrañas entre ellos?

El invento del “golpe de Estado” del MAS no encuentra un sustento sólido ni siquiera en los fundamentos de las leyes burguesas, peor en la realidad misma donde la gente se ha rebelado contra un gobierno agotado y extremadamente corrupto en 14 años de gestión; pretende encubrir la rebelión popular liderada principalmente por las capas de la clase media, rebelión que por su profundidad y radicalidad ha logrado minar la línea de mando de la policía y del ejército cuyo malestar en la tropa, en los clases y oficiales de baja graduación se arrastraba desde hace mucho tiempo.

El derrocado gobierno de Evo Morales no pudo comprender que no bastaba engordar a los altos mandos creyendo que estos, con el despótico sable en la mano, podían imponer una rígida disciplina al grito de “patria o muerte” en los sectores más amplios de estas instituciones armadas, igualmente hambrientos, como el resto de la población.

El POR, en este proceso, cumplió su papel elemental de evitar que las masas terminen atrapadas por ambas facciones de la politiquería burguesa; de mostrarles el verdadero camino que aproxime a los actores a la revolución social. Desde el bloque de los comités cívicos del sur, desde la caravana chuquisaqueña hacia La Paz, desde el cabildo nacional realizado en La Paz, etc., lanzó la consigna de la independencia política de los explotados y oprimidos, diferenciándose de la derecha masista y de la ultraderecha tradicional y racista. Su posición se expresó con claridad en la consigna “ni el MAS, ni Mesa, ni el facho Camacho”. Cumplió su papel revolucionario que los canallas centristas que se sumaron a la teoría del golpe falsifican la posición consecuente del POR boliviano.

En los últimos días, las declaraciones indagatorias del ex comandante de la FAB, General Terceros, ha hecho tambaleas los frágiles argumentos masistas de la teoría del golpe. Ha puesto en evidencia que Evo Morales, García Linera y su entorno prepararon las condiciones para que miles de campesinos, siguiendo sus instrucciones, quemen la ciudad de La Paz y provoquen un baño de sangre en el valle cochabambino si el Alto Mando del Ejército no autorizaba la salida de los derrocados hacia México.

Inmediatamente después, en complicidad del presidente Fernández de Argentina, sacan de la manga una carta donde Terceros aparece agradeciendo al ex embajador argentino en Bolivia por la donación y envió de material bélico y agentes químicos antidisturbios a Bolivia. Han pasado apenas unas horas para demostrar que dicho documento es falso, poniendo al canciller Mayta y al gobierno boliviano en una situación mucho más engorrosa.

De esta manera, la teoría del golpe se desmorona en pedazos, se torna en un bumerang contra sus autores y la mayoría nacional arde en ira contra un gobierno que, en lugar de atender las necesidades de la gente, se ocupa de engañarlas con historias que cada vez son más difíciles de creer. El circo se acaba y los hambrientos pasan de largo exigiendo al gobierno incapaz soluciones a sus problemas.

 

 Tomado de Masas N. 2959.

 

 

                                                                 

 

 

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