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octubre 28, 2013

Prospera una nueva burguesía agraria con los monocultivos de quinua

Un puñado de comunarios del Altiplano Sur de Bolivia se están convirtiendo prósperos agroexportadores capitalistas, que tienden a apropiarse de territorios comunitarios para extender monocultivos de quinua destinada al mercado internacional.



El boom exportador del grano de oro andino transforma de manera acelerada las relaciones sociales y productivas en comunidades altiplánicas de Bolivia, y tiende a reconcentrar tierras comunitarias en pocas manos, revela el estudio “Propiedad colectiva de la tierra y producción agrícola capitalista: el caso de la quinua en el Altiplano sur de Bolivia”, del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).

La investigación realizada por Enrique Ormachea y Nilton Ramirez remarca que debido a que la quinua era fundamentalmente un cultivo para el autoconsumo localizado en las partes bajas de las laderas, su forma de producción no sufrió cambios sustanciales durante siglos. Sin embargo, debido a la paulatina internacionalización del cultivo como un bien de mercado se advierte un alto grado de mecanización de la producción y la introducción del trabajo asalariado.

En este sentido, el estudio del Cedla identifica dos fenómenos socioeconómicos en la zona quinuera:

1. Las comunidades del Altiplano Sur ya no son más aquellas donde la quinua destinada al autoconsumo era producida por campesinos con formas manuales y bajo el sistema comunal de mantos o aynoqas. Hoy, a partir de una apropiación individual indiscriminada de tierras comunales que antes se destinaban al pastoreo de ganado ovino y camélido, la mayor parte de la producción de quinua tiene un alto grado de mecanización y es realizada por obreros agrícolas contratados por pequeños, medianos y grandes productores capitalistas.

Este proceso “echa por la borda los planteamientos tan en boga en el país respecto a que la propiedad colectiva de la tierra, a pesar del predominio de la economía capitalista en Bolivia, sería el anillo de seguridad que impediría la mercantilización de la tierra y de la vida económica y social de quienes habitan en estas formas de propiedad de la tierra”.

2. “El desarrollo de la producción capitalista en el cultivo de la quinua en las tierras de propiedad colectiva del Altiplano Sur también echa por la borda la teoría subjetivista del gobierno del MAS que afirma que el país se encaminaría hacia el desarrollo de la denominada economía plural, es decir al desarrollo armónico y complementario de formas de propiedad y de producción antagónicas (economía privada, estatal, social cooperativa y comunitaria)”.  Según los autores de la investigación, el avance de la “economía privada” de la quinua sobre la ganadería desarrollada en tierras colectivas confirma la imposibilidad de tal tipo de desarrollo.

Lo cierto es que el Altiplano Sur se transita de una agricultura con fuertes rasgos de economía natural (quinua de autoconsumo) a una agricultura de corte mercantil (y capitalista), pues si bien antes del auge de la producción de quinua los comunarios ya habían experimentado una importante articulación al sistema capitalista por la vía del mercado de trabajo (venta de fuerza de trabajo temporal y permanente en las minas o en otras ramas de la economía en el país o fuera de él), su articulación al mercado en tanto productores agrícolas no era muy relevante.

Además, Ormachea y Ramírez descubrieron que las diferencias de ingresos entre los distintos tipos de productores son significativas. Por ejemplo, un gran productor que en 2011 logró un ingreso neto de 2,3 millones de bolivianos por la producción de 1.950 quintales de quinua roja, obtuvo 11 veces más que un mediano productor que tuvo un ingreso neto de 219 mil bolivianos por la producción de 208 quintales de quinua roja, y 43 veces más que un pequeño productor que logró un ingreso neto de 54 mil bolivianos por la producción de 60 quintales de la misma variedad de quinua.

Por todo ello, “no es evidente la idea de que todos y cada uno de los productores de quinua se están beneficiando por igual con el boom de precios de la quinua real en el mercado mundial. El menor o mayor ingreso neto depende del número de hectáreas que los productores puedan concentrar (por la vía del usufructo directo de la tierra o el arriendo de la misma), de los rendimientos y los niveles de producción que logren alcanzar, así como de las variedades de quinua que lleguen a producir”.

Para la gran mayoría de los agricultores de la zona, la producción de quinua apenas significa un ingreso que es insuficiente para la reproducción de estas familias por lo que las mismas no han podido liberarse del trabajo asalariado dentro o fuera de las comunidades.

En conclusión, recalca el estudio del Cedla, “mientras una minoría se enriquece (con el cultivo de la quinua en el Altiplano sur), una buena parte se pauperiza, reflejándose, por tanto, en las comunidades de esta región las tendencias inequívocamente inequitativas inherentes al capitalismo”.

¿Camino hacia la desertificación?

La mecanización del cultivo de la quinua en el Altiplano Sur está reemplazando el sistema tradicional de cultivo (remoción mínima del suelo), y por tanto acelerando los procesos de degradación de suelos, cobertura vegetal y agua, advierte el ingeniero agrónomo y docente universitario Vladimir Orsag.

En la mayoría de las zonas quinueras del Altiplano Sur la quinua se siembra de manera casi continua en la misma parcela, aspecto nada favorable para mantener la escasa fertilidad de sus suelos. Orsag recuerda que numerosos estudios llevados a cabo en varios países y en Bolivia han demostrado que la siembra de un cultivo de manera continua en un mismo terreno (monocultivo), provoca su deterioro paulatino (degradación de sus propiedades físicas, químicas y biológicas, con la consiguiente pérdida de su capacidad productiva y la disminución de los rendimientos).

En general, los monocultivos no permiten mantener la fertilidad del suelo, estimulan la reproducción de plantas dañinas, plagas y enfermedades, y reducen sustancialmente los periodos de descanso de las parcelas, de cinco o más años a uno o dos.

Según Orsag, considerando la alta fragilidad y baja fertilidad de los suelos del Altiplano Sur y el clima extremo de la región, el periodo de descanso por ocho o más años, practicado de manera tradicional en los sistemas de producción agrícola, permitía de alguna manera restablecer algunas propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos, y por consiguiente su fertilidad natural.

Sin embargo, ante la alta demanda del mercado internacional se ha intensificado el cultivo, con la consiguiente “ampliación irresponsable” de la frontera agrícola incluso hasta áreas dedicadas tradicionalmente a otros cultivos y a la ganadería.

Es así que los crecientes monocultivos de quinua de exportación prácticamente están invadiendo áreas donde antaño de cultivaban papas o habas para el mercado interno. El año pasado las autoridades del Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (Iniaf) reconocieron que el denominado grano de oro está desplazando a otros cultivos de alimentos en el lago Titicaca.

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