María trabajaba como bailarina en el club nocturno Katanas, que hace poco fue clausurado de manera definitiva y demolido con maquinaria pesada. Ella se sintió huérfana y desprotegida al presenciar la destrucción del edificio: “La gente aplaudía, la Galindo (María, dirigente del colectivo feminista Mujeres Creando) echaba pintura y otras personas celebraban… Es bien fácil juzgarnos a todas las chicas que trabajábamos allí cuando solo se conoce una parte de esta historia”.
María, boliviana de nacimiento y estudiante universitaria, no entiende por qué la gente se horroriza de que una mujer que se gane la vida bailando o usando su cuerpo como mejor le parezca: “es muy difícil encontrar trabajo y algunas optamos por este oficio no porque nos guste sino porque debemos cubrir necesidades”.
“Salí a la calle por mi cuenta para mostrar otra faceta que la gente no conoce, para que se pongan en nuestros zapatos y no nos juzguen ni aplaudan cuando te cierran tu fuente de trabajo… No sé de dónde saqué valor para hacerlo, olvidándome del qué dirán”, afirma la valiente joven, de pie frente a la Alcaldía y portando un cartel con una pregunta que nadie se atreve a responder: “Ahora que Katanas cerró, ¿cómo pagaré mis estudios?”
